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Una introducción a la teoría literaria - Exordio

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situar primordialmente el poder del arte en lo negativo —en que transgrede y "desfamiliariza"—<br />

implica, tanto en el caso de Iser como en el de los formalistas rusos, una actitud definida hacia lo<br />

social y hacia los sistemas culturales de <strong>la</strong> propia época. Es una actitud que, dentro del liberalismo<br />

moderno, equivale a sospechar de los sistemas de pensamiento en cuanto tales. El que esto pueda<br />

hacerse, constituye un elocuente testimonio del olvido del liberalismo frente a un sistema particu<strong>la</strong>r<br />

de pensamiento: el que sostiene su propia posición.<br />

Para ver los límites del humanismo liberal de Iser, podríamos compararlo brevemente con<br />

otro teórico de <strong>la</strong> recepción, el crítico francés Ro<strong>la</strong>nd Barthes. El enfoque del libro de Barthes El<br />

p<strong>la</strong>cer del texto (1973) es totalmente diferente del que adopta Iser, equivaldría, hab<strong>la</strong>ndo<br />

estereotípicamente, a <strong>la</strong> diferencia que existe entre un hedonista francés y un racionalista alemán.<br />

Mientras que Iser se fija principalmente en <strong>la</strong> obra realista, Barthes presenta un cuadro muy<br />

contrastado de <strong>la</strong> lectura, y para ello toma un texto modernista, uno que esfume todo significado<br />

c<strong>la</strong>ro y lo lleve a un juego libre de pa<strong>la</strong>bras, el cual busca deshacer los sistemas de pensamiento<br />

represivos mediante un incesante deslizamiento del lenguaje. Un texto así exige no tanto<br />

―hermenéutica‖ como ―erótica‖. Como no existe manera de fijarlo en un sentido determinado, el<br />

lector se entrega al p<strong>la</strong>cer encerrado en el tentador y desesperante deslizarse de los signos, en <strong>la</strong>s<br />

provocadoras miradas y significados que afloran a <strong>la</strong> superficie pero inmediatamente vuelven a<br />

sumergirse. Atrapado en esta danza exuberante del lenguaje, encantado con <strong>la</strong> textura de <strong>la</strong>s<br />

pa<strong>la</strong>bras, el lector se ocupa menos de los p<strong>la</strong>ceres funcionales que representa <strong>la</strong> construcción de un<br />

sistema coherente, en el cual se entre<strong>la</strong>zan magistralmente los elementos textuales que apunta<strong>la</strong>n<br />

un yo unitario, que en <strong>la</strong>s emociones masoquistas que proporciona el yo hecho añicos y disperso en<br />

<strong>la</strong> enredada urdimbre de <strong>la</strong> obra. El leer es menos <strong>la</strong>boratorio que boudoir. Lejos de devolver al<br />

lector a sí mismo, en una recuperación definitiva de <strong>la</strong> propia identidad que el acto de leer ha<br />

puesto en te<strong>la</strong> de juicio, el texto modernista hace estal<strong>la</strong>r <strong>la</strong> tranqui<strong>la</strong> identidad cultural del lector,<br />

en una jouissance que para Barthes es a <strong>la</strong> vez felicidad perfecta del lector y orgasmo sexual.<br />

Como puede suponer el lector, <strong>la</strong> teoría de Barthes no está libre de problemas. Hay algo<br />

ligeramente molesto en ese egoísmo intemperante, en ese hedonismo vanguardista en un mundo<br />

donde otros carecen no sólo de libros sino también de comida. Si por una parte nos ofrece un<br />

despiadado modelo "normativo" que sofrena el potencial ilimitado del lenguaje, Barthes nos<br />

presenta una experiencia privada, asocial, esencialmente anárquica que quizá no sea sino <strong>la</strong> otra<br />

cara de <strong>la</strong> misma moneda. Ambos críticos reve<strong>la</strong>n un liberal desagrado por el pensamiento<br />

sistemático. Ambos, cada quien a su manera, hacen caso omiso de <strong>la</strong> posición del lector en el marco<br />

histórico. Los lectores, por supuesto, no leen en el vacío todos ocupan una posición social e<br />

histórica, y <strong>la</strong> forma en que interpretan <strong>la</strong>s obras <strong>literaria</strong>s depende en gran parte de este hecho. Iser<br />

se da cuenta de <strong>la</strong> dimensión social de <strong>la</strong> lectura, pero por lo general prefiere concentrar <strong>la</strong> atención<br />

en su aspecto "estético".<br />

Hans Robert Jauss pertenece a <strong>la</strong> escue<strong>la</strong> de Constanza, su enfoque es más histórico y<br />

procura, al estilo de Gadamer, situar el texto dentro de su "horizonte" histórico, dentro del contexto<br />

de significados culturales en el cual se produjo, y luego estudia <strong>la</strong>s re<strong>la</strong>ciones cambiantes entre éste<br />

y los "horizontes", también cambiantes, de sus lectores históricos. La meta de esa <strong>la</strong>bor consiste en<br />

producir un nuevo tipo de historia <strong>literaria</strong>, centrada no en los autores, influencias y corrientes, sino<br />

en <strong>la</strong> literatura tal como es definida e interpretada por sus diversos momentos de "recepción"<br />

histórica. No es que <strong>la</strong>s obras <strong>literaria</strong>s permanezcan iguales mientras cambian <strong>la</strong>s interpretaciones:<br />

textos y tradiciones <strong>literaria</strong>s se alteran activamente de acuerdo con los diversos "horizontes"<br />

históricos dentro de los cuales son recibidos.<br />

El libro de Jean-Paul Sartre ¿Qué es <strong>la</strong> literatura? (1948) es un estudio histórico más detal<strong>la</strong>do<br />

de <strong>la</strong> recepción <strong>literaria</strong>. En este libro se ac<strong>la</strong>ra que <strong>la</strong> recepción de una obra nunca se reduce a un<br />

hecho externo, contingente, re<strong>la</strong>cionado con <strong>la</strong>s crónicas y <strong>la</strong>s ventas. Es, por el contrario, una<br />

dimensión constitutiva de <strong>la</strong> obra. En <strong>la</strong> e<strong>la</strong>boración de todo texto literario se tiene en cuenta al<br />

público "en potencia", y se incluye una imagen de aquellos para quienes se escribe. Toda obra<br />

contiene en c<strong>la</strong>ve lo que Iser l<strong>la</strong>ma el "lector implícito", y sugiere en cada rasgo qué tipo de<br />

destinatario se tiene en <strong>la</strong> mente. El "consumo", en todo tipo de producción, incluyendo <strong>la</strong> <strong>literaria</strong>,<br />

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