IngenierÃa y Pensamiento - Universidad de Sevilla
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Somos una extraña especie. Muchos pensadores han puesto <strong>de</strong> manifiesto<br />
el carácter radical <strong>de</strong> proyecto inacabado <strong>de</strong> los seres humanos que necesita<br />
constantemente reinventarse y que, en consecuencia, nos lleva tanto a<br />
hacernos a nosotros mismos como a transformar nuestro entorno, el cual<br />
hemos remo<strong>de</strong>lado profundamente a lo largo <strong>de</strong> toda la historia <strong>de</strong> la<br />
civilización convirtiéndolo en un artificio, en una inmensa prótesis, en el<br />
mundo artificial en el que hoy se <strong>de</strong>senvuelve nuestra vida y <strong>de</strong>l que nosotros<br />
mismos somos parte constituyente. Nuestro éxito biológico, el aparente<br />
predominio <strong>de</strong> nuestra especie sobre la Tierra, es indisociable <strong>de</strong> ese progreso<br />
<strong>de</strong> lo artificial. Ante la transformación que la técnica ha producido sobre<br />
nuestro planeta surgen inacabables preguntas: ¿es reversible el impacto <strong>de</strong> lo<br />
artificial, ¿nuestro éxito abre una nueva era en la Tierra, ¿somos la<br />
culminación <strong>de</strong> un proceso, o el principio <strong>de</strong> otro –o más mo<strong>de</strong>stamente una<br />
etapa in<strong>de</strong>terminada en la evolución Estas cuestiones, y otras muchas<br />
análogas, nos sitúan ante el misterioso abismo en el que se entremezclan<br />
nuestra existencia y nuestro <strong>de</strong>stino. La pretendida trascen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> estas<br />
cuestiones no <strong>de</strong>be, sin embargo, enmascarar otras más cotidianas asociadas<br />
también a la técnica y a las que los ingenieros, en nuestro ejercicio profesional,<br />
difícilmente po<strong>de</strong>mos substraernos: creamos constantemente las condiciones<br />
para una transformación en la que parece estar implícita una componente <strong>de</strong><br />
progreso, en una acepción convencional <strong>de</strong> ese término, pero que<br />
inevitablemente produce efectos colaterales ante los que, muchas veces,<br />
carecemos <strong>de</strong> respuesta. En todo caso resulta inevitable la asunción <strong>de</strong> riesgos,<br />
la clara conciencia <strong>de</strong> que cualquier cosa que hagamos nos coloca ante una<br />
situación in<strong>de</strong>finida cuyo significado último (cualquier cosa que eso sea) no<br />
po<strong>de</strong>mos preten<strong>de</strong>r alcanzar y que inevitablemente nos lleva a aceptar riesgos.<br />
¿Debe seguir el progreso a pesar <strong>de</strong> todo ¿Qué voluntad podría pararlo, o al<br />
menos reconducirlo La metáfora <strong>de</strong>l navío en alta mar en plena tormenta y sin<br />
referencias claras se hace ineludible.<br />
Por tanto, no parece pru<strong>de</strong>nte que el mundo <strong>de</strong>l pensamiento no tenga entre<br />
sus inquietu<strong>de</strong>s primordiales al mundo <strong>de</strong> la técnica, tanto en sus repercusiones<br />
sociales (que posiblemente sí lo haga) como en el análisis crítico <strong>de</strong> esa forma<br />
radical <strong>de</strong> quehacer humano. La invasión <strong>de</strong> lo artificial, con sus formas<br />
peculiares <strong>de</strong> crearlo e implantarlo socialmente, requiere una ineludible<br />
atención. La ingeniería, lo hemos visto repetidamente a lo largo <strong>de</strong> estas líneas,<br />
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