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Ingeniería y Pensamiento - Universidad de Sevilla

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momento. Esta capacidad sensorial pue<strong>de</strong> ser relativamente sencilla, como, por<br />

ejemplo, cuando la estructura <strong>de</strong> una proteína o su actividad enzimática <strong>de</strong>pen<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong> la temperatura, <strong>de</strong> la aci<strong>de</strong>z o <strong>de</strong> la presencia en el medio <strong>de</strong> un compuesto<br />

químico pre<strong>de</strong>terminado. No hacen falta muchos genes para dar unas respuestas<br />

aparentemente complejas y refinadas. Las <strong>de</strong>l hongo Phycomyces, antes citado,<br />

asombran por su sensibilidad (por ejemplo, <strong>de</strong>tecta el flujo luminoso que nos<br />

llega <strong>de</strong> una sola estrella en una noche oscura) y sus enormes intervalos<br />

dinámicos (se <strong>de</strong>sorienta cuando recibe un flujo luminoso diez mil millones <strong>de</strong><br />

veces mayor que el umbral <strong>de</strong> <strong>de</strong>tección). No menos admirable es su capacidad<br />

<strong>de</strong> integrar en una respuestra adaptativa (conveniente para la difusión <strong>de</strong> las<br />

esporas) señales contradictorias proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> media docena <strong>de</strong> <strong>de</strong>tectores<br />

sensoriales distintos. El análisis genético <strong>de</strong> estas conductas ha <strong>de</strong>tectado solo<br />

una <strong>de</strong>cena <strong>de</strong> genes y seguramente el número <strong>de</strong> genes <strong>de</strong>dicados especialmente<br />

a ellas no es mucho mayor.<br />

Nuestro concepto <strong>de</strong> diseño tiene poco que ver con estos ejemplos, puesto<br />

que se basa en la capacidad <strong>de</strong> nuestro cerebro para imaginar lo nunca visto y lo<br />

nunca ocurrido y para anticipar las consecuencias <strong>de</strong> series <strong>de</strong> acciones. Esa<br />

capacidad no es exclusiva nuestra, pero seguramente la tenemos mucho más<br />

<strong>de</strong>sarrollada que cualquier otra especie y es la clave <strong>de</strong> la transformación<br />

profunda a que estamos sometiendo al planeta entero en un tiempo brevísimo<br />

para la Geología y aun para la Historia.<br />

El error como motor <strong>de</strong> la evolución<br />

Imaginemos a Darwin meditando su teoría <strong>de</strong> la evolución mientras<br />

masticaba los panecillos <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sayuno. Los panecillos, como casi todo lo que<br />

comía Darwin o comemos nosotros, son el resultado <strong>de</strong> la aplicación, poco o<br />

nada consciente, <strong>de</strong> la teoría <strong>de</strong> la evolución por millones <strong>de</strong> personas durante<br />

cerca <strong>de</strong> diez mil años. Uno <strong>de</strong> los resultados fue el trigo. La diversidad <strong>de</strong> los<br />

seres vivos, incluso <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la misma especie, la transmisión <strong>de</strong> rasgos <strong>de</strong><br />

unas generaciones a otras y la eficacia <strong>de</strong> la selección <strong>de</strong> muchos rasgos<br />

<strong>de</strong>seables se conocían mucho antes <strong>de</strong> que Darwin formulara sus pensamientos<br />

en el siglo XIX. Su aplicación más o menos consciente dio lugar a la agricultura<br />

y a la gana<strong>de</strong>ría y permitió el <strong>de</strong>sarrollo cultural que está cambiando la faz <strong>de</strong><br />

nuestro planeta.<br />

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