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Comunicación, música y tecnologías - Revista Comunicar

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14ción, paradójicamente, también está implicando el aislamientoentre las personas, la neutralización del pensamiento,la homogeneización de la sociedad y probablementela desaparición de la cultura. La cultura difundidacon medios técnicos como los que nos estáninundando provoca otra preocupación por sus repercusionesno sólo culturales en sí, sino también políticas,económicas, sociales y educativas, fundamentalmente.Tras todo este impacto existe una industria que estádirectamente relacionada con intereses muy diversosque nos hacen revisar conceptos como cultura,educación, información o comunicación. Este conceptode cultura difundida con medios técnicos se conjugacon el de democracia, porque es difícil entenderuna democracia sin una información y una comunicaciónde masas: «la relación entre cultura de masas ydemocracia está muy lejos de estar aclarada satisfactoriamente,ya sea en el nivel teórico o en el práctico»(Granese, 1990). Por eso la cultura «de masas» ha sidosometida a críticas muy severas; baste recordar las posicionesreflejadas ya por Ortega (1960), cuando observacómo «la masa arrolla todo lo diferente, ilustre,individual, calificado y selecto. Quien no sea como todoel mundo, quien no piense como todo el mundocorre el riesgo de ser eliminado»; o el espíritu de Adorno(1966) en torno a la «barbarie estética» o a la «barbariede la industria cultural» provocada por esos medios.Por otra parte, los medios de comunicación socialtambién tienen un papel innegable en la difusión de lacultura y su discusión puede ser gratuita; pero la dedicaciónprestada a las diferentes artes está muy descuidaday desequilibrada en su tratamiento. Con la prudencianecesaria, el uso educativo que de ellos puedehacerse se ha comprobado a través de diferentes estudios.Ahora bien, las preocupaciones tecnocráticas delos consejos de administración de los medios de difusión,y la búsqueda de la rentabilidad inmediata de losproductos que ofrecen a la sociedad alejan sus interesesde la atención que deberían prestar, ante todo a lacultura con mayúsculas, y particularmente a la creación,la educación y la difusión de la <strong>música</strong>, que noaparecen sino como apuntes parciales en la informacióncultural que ofrecen a los ciudadanos; por ejemplo,la televisión, cualquiera que sea su titularidad, públicao privada, ha optado definitivamente por ofrecercon cuentagotas los aislados espacios musicales queofrece, y cuando lo hace, se comprueba la torpeza, laincapacidad intelectual y la preocupación por la difusiónde la cultura musical al decidir el inoportuno horarioen que se emiten estos programas. En las emisorasde radio, salvo las programaciones habituales de lastransmisiones públicas nacionales y algunas otras anécdotasaisladas, no se ofrece regularmente otra cosaque no sea la llamada <strong>música</strong> «del momento». La prensatambién ofrece entre sus informaciones alguna seccióncultural que presenta una gran desproporción enel tratamiento cualitativo y cuantitativo dedicado a la<strong>música</strong>. Diariamente, no existe una sección rigurosa enla prensa nacional; salvo la crítica especializada noencontramos otra manifestación escrita de manera habitual;y no digamos nada si esta observación la hacemosextensible a la prensa regional o local donde lacalidad, la cantidad, la oportunidad y la mesura dejanmucho que desear. Desde los medios de comunicaciónse podría y se debería acercar la <strong>música</strong> al públicotambién con una finalidad didáctica.En los tiempos actuales, sería conveniente un cambioen los criterios y decisiones de todos los medios decomunicación para facilitar la divulgación musical, potenciándolacomo lenguaje cultural y como exponentefecundo de una de las necesidades reales de nuestrasociedad.«Vivimos sumergidos en un océano de sonidos».Así comienza Stefani (1998) su libro en el que trata dedar respuestas al concepto de <strong>música</strong> y al sentido quetiene en nuestras vidas y en la sociedad, sin dejar deconsiderar que la <strong>música</strong> está organizada como un lenguajeque nos permite expresarnos con ella, creándola,haciéndola, experimentando, recreando, etc., y sugierela idea de cómo puede llegar a evocar, sugerir,describir, representar, relatar, discurrir y razonar. DiceStefani: «cantando, tocando en grupo o en público,inevitablemente se comunica». Todos estos rasgos nospermiten entender que la <strong>música</strong> funciona también comomedio de comunicación.Esta realidad se refleja en el monográfico que «<strong>Comunicar</strong>»presta a la <strong>música</strong> en el que se incluyen reflexiones,investigaciones y experiencias a través deuna visión caleidoscópica de la <strong>música</strong> como lenguaje.En él han colaborado compositores, investigadores, intérpretes,docentes, productores y críticos musicalesofreciendo perspectivas de las diferentes formas de comunicacióny recursos expresivos que emplea el lenguajemusical, desgranando su incalculable riqueza yprestándole atención a su papel y su valor en la sociedadactual. En la <strong>música</strong>, la comunicación tienemucho en común con otras prácticas comunicativasporque las claves de su existencia no consisten sólo enmanifestarse empleando unos recursos materiales concretos,sino en cómo son sus formas de expresión y

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