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Comunicación, música y tecnologías - Revista Comunicar

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20que escribir también su nombre), el intérprete hubo deaprender a descifrar (la notación gregoriana no eramás que una ayuda mnemotécnica para facilitar latransmisión oral), y con la impresión (1501), la difusiónde la <strong>música</strong> escrita dio lugar a un nuevo perfil deaficionados, capaces de leer y de cantar en familia oentre amigos las canciones polifónicas o de interpretarlascon sus instrumentos. Durante cinco siglos al menos,las prácticas musicales cultas se centran en la partitura,prácticas de enseñanza incluidas.Hay que señalar el efecto de paradigma que engendranlas «<strong>tecnologías</strong> de la memoria» (Stiegler,1989: 235). Se construye una coherencia entre técnicas,prácticas sociales y formas sonoras. La tradiciónLa escuela crea, pues, un vínculo con el medio profesionalde la investigación musical, pero también con estos cientosde miles de compositores aficionados con los que losalumnos se mezclarán pronto y a los que educatambién indirectamente.oral no solamente supone una organización social,sino que también favorece las formas. Transmitida porrepetición e imitación, la <strong>música</strong> de tradición oral privilegiapatterns relativamente sencillos, a menudo repetitivos,que sirven de modelos subyacentes para unarealización que engendra la diversidad por improvisación.La <strong>música</strong> escrita, al mismo tiempo que distribuyede forma diferente las funciones, permite la invenciónpermanente (en particular el contrapunto, queutiliza ampliamente los procedimientos gráficos de lasdos simetrías, inversión y retrogradación, toda clase deimitaciones por traslación, dispuestas, cuando la ocasiónlo requiere, con un aumento o una disminución,usadas desde el Ars Nova hasta el Serialismo). Se hadicho que las <strong>tecnologías</strong> electroacústicas e informáticashan favorecido la investigación sobre un «sonido».¿No estarán también éstas promoviendo otro modelode sociedad musical?La creación amateur ha conocido un desarrolloexponencial a lo largo de los años 70. Antes de 1970,los compositores constituían una elite musical muypoco numerosa, sólo unas decenas de personas enFrancia que pasan además por unos largos y selectivosestudios del Conservatorio de París. Pero en 1968 y1969, en Marsella y en París, se abren clases de composiciónelectroacústica que forman, en dos años, unabuena docena de compositores al año que, para continuarcomponiendo, tras la finalización de este curso,fundan unos estudios asociativos y, para equilibrar elpresupuesto, se dedican… a la enseñanza. Ellos iniciana su vez a otros jóvenes compositores que, a su vez...Paralelamente, los equipos se han democratizado yminiaturizado en proporciones verdaderamente inimaginables.Christian Zanési, compositor del GRM(Groupe de Recherche Musical), me mostraba hacepoco su ordenador portátil (él lo alquila con una mochilapara moverse en moto por los lugares de ensayo) yme decía: «¡Tengo mi estudioaquí dentro!». Si Schaeffer hubieravisto esto…». Schaeffer, en1952, imaginaba algo parecidoal estudio informático, pero noexactamente esto: «La coherenciade esta perspectiva nos lleva(…) a las máquinas cibern é t i c a s .Máquinas de este tipo (¡probablementede varias toneladas ycostando centenares de millones!)que unos circuitos oscilantesdotan de una cierta memoria,permitirán el juego infinitode combinaciones numéricas complejas que son laclave de todos los fenómenos musicales» (Schaeffer,1952: 119). Se trataba de una buena previsión a quinceaños. Pero tras quince años, los microordenadoresentraban en los hogares, y los equipos musicales constituíanun mercado sustancial. Así es cómo unas cuantasdecenas de compositores de 1970, que se convirtieronen varios centenares en 1980, han llegado a seractualmente centenares de miles en Francia (Pouts-Lajus, 2002). Son personas más bien jóvenes, de ambossexos y de distintas condiciones sociales, que«componen» en estilos y géneros muy diferentes, paraquienes la <strong>música</strong> ha llegado a convertirse en una actividadesencial.Habría que situar esta historia en los últimos treintaaños del siglo pasado en relación con los deceniosprecedentes. El foso entre la <strong>música</strong> contemporánea ylos aficionados no había dejado de ahondarse.Cuando muchos aristócratas y burgueses educados enla época barroca no sólo interpretaban sino que componíanen ocasiones, pequeñas piezas para clavecín,cuando los aficionados en el siglo XIX, interpretabanaún la <strong>música</strong> de su tiempo, los de 1950 no se arries-

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