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Comunicación, música y tecnologías - Revista Comunicar

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53de ellas perfectamente aplicables a los medios de comunicación.Si la <strong>música</strong> culta se desarrolla ampliamente en laEspaña democrática no es menos cierto que ello serealiza al mismo tiempo que se produce el gran estallidode la <strong>música</strong> comercial. Basados en esquemas básicamenteincambiables desde muchos aspectos paraque puedan consumirse con rapidez y en extensión,los productos musicales industriales, que se imponendesde la industria anglosajona arrollándolo todo ocupanel puesto anterior de la <strong>música</strong> ligera y usurpan elcalificativo de «moderna» frente a la <strong>música</strong> «clásica»aunque sea actual. Ello se hace con una cierta gradaciónpero rápidamente hasta llegar a la situación actual.Y acaba por convertirse en un fenómeno de colonizaciónlingüística. Después de apropiarse del conceptode modernidad, acabarán por hacerlo con losde concierto, recital etc. De tal manera que no se tratade crear sus propias formas y ámbitos sino de desterrara cualquier otro género y apropiarse de sus elementos.Es sólo en eso (y en su salto desde lo comercial a loindustrial) en lo que el fenómeno puede ser nuevo.Al triunfo de esos productos contribuye decisivamentela instalación de un determinado concepto deespectáculo que codifica fuertemente sus maneras demanifestarse y lo banaliza pues hay que hacerlo «deglutible»a cualquier público. El modelo escogido es eldel deporte, y para los países en los que éste es el principal,el fútbol. Desde los comienzos del siglo XX, elespectáculo deportivo ha ido convirtiéndose en ungran negocio y ha ido comiendo terreno a cualquierotro tipo de espectáculo. De hecho, pasó rápidamentede ser un modo de cultivo físico a convertirse en ungran negocio del espectáculo que acabó por desplazara todos los demás. Incluso ha obligado a los espectáculostradicionales a adaptarse a sus formas, horarios yestructuras para tratar de seguir las del espectáculo deportivo.El espectáculo musical se presta a ello maravillosamenteporque puede montarse con el mismo esquemade reglas fáciles siempre repetidas que dan comoresultado siempre algo similar pero nunca exactamenteigual, de tal manera que no sobresaltan con sorpresaindeseadas a los espectadores pero tampoco le aburrencon una repetición exacta. Además, si un espectáculomusical puede tener el esquema de un matchde fútbol, al mismo tiempo se desgrana en unidadesmás pequeñas (los «temas» que equivalen a los tantoso goles) fácilmente asimilables, usables, vendibles y desechables.Además pueden adquirir un aspecto competitivoque el arte rara vez tiene, establecer clasificacionesy acercarse en todo al esquema del espectáculodeportivo al uso. Se podría decir que la existenciade una <strong>música</strong> comercial no debería influir en la vidade otra <strong>música</strong> artística, ya que siempre han existidoesos niveles y además no hay nada malo en ello, almenos en principio. Es verdad, pero nunca se habíadado un negocio tal a nivel musical ni con unos tintestan precisos de producto industrial manufacturado,manipulado e impuesto. Téngase en cuenta que segúnrecientes datos económicos, la industria musical deconsumo es la tercera que más dinero genera (tras lasdrogas y el tráfico de armas), aunque la primera legal,y está por encima de la industria del automóvil, laaeronáutica o la de cualquier otro tipo. Ante tales magnitudes,quienes la controlan no pueden andarse conbromas y hay que borrar del mapa cualquier clase decompetencia aunque sea de productos que en nadales afectan pero que tienen la desgracia, a estos efectos,de llevar también el nombre de <strong>música</strong>, nombreque hay que expropiar violenta y rápidamente.El primer medio de comunicación afectado poreste fenómeno sociológico, que no musical, fue la radio.En España lo tuvieron fácil. La proliferación deradios comerciales hizo muy fácil apoderarse de suscontenidos que también entraron, claro está en la estataly en Europa, al amparo de las doctrinas presuntamenteliberales de la postmodernidad, se desmontócon rapidez el sistema de radio pública y proliferarontambién las privadas. Por lo que respecta a la televisión,tan poco musical ya de origen, la privatización decadenas, la competencia, el espectáculo y la necesidadde conquista de las masas dejaron bien claro por que<strong>música</strong> iban a optar con práctica exclusividad aunquelas cadenas estatales aún conserven algún resto vergonzantea horas inverosímiles y de la manera más casposaposible.Parecería que los medios escritos podrían resistirmejor la oleada que los medios audiovisuales. Pero siello ha podido ser verdad en algunos países, en Españano sólo ha sido así sino que hasta se podría decirque algún periódico ha liderado el movimiento. Por unlado, las revistas estrictamente musicales, que son ahoraalgunas más que en los tiempos de la vanguardia,han aceptado en muy buena parte la idea impuesta deque la <strong>música</strong> «clásica» es algo del pasado y se dedicanmayoritariamente al repertorio, a la mitomanía del intérpretey soportan un claro vasallaje de las compañíasdiscográficas que aunque, ciertamente no sean tanbuen negocio en este aspecto musical como en el otro,al fin y al cabo acaban por pertenecer a los mismo gruposmediáticos o industriales. Lo que no quita para que

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