La taguara del humanismo o la cultura comunal

de la muerte del capitalismo, para que en cada paso que van
dando los niños, respondan al mundo en el que viven o en el
que decidan construir para vivir.
Si no los educamos para que sean un responsable político, un
compartidor, un solidario, un trabajador, con conocimiento
de quien es, entonces serán unos alienados que creerán que
siempre tienen derechos o deberes y no personas que viven
en conjunción con otras personas para lograr fines que
favorezcan la existencia, sin tener que dañar lo sustancial, sin
tener que andar justificando robo y crimen como hoy ocurre
en el humanismo.
En medio de la contradicción de educarse en el capitalismo
pero viviendo en una revolución, nosotros no los estamos
educando ni para que sean esclavos ni los estamos educando
para que sean dueños. Los debemos educar para que sean
políticos en un tiempo revolucionario.
Tienen que ser políticos los niños desde pequeños y no el
político ese ideológico, que grita como le dicen, no, no, eso
es idiota, eso es un niño ideológico, eso es desagradable,
porque si no pasa como a los niños que los educan para
pastores evangélicos o para curas y terminan ladrones y otras
menudencias. A los doce, los diez años, unas maravillas dando
discurso perfectos, cuando en realidad es un hecho ideológico,
esto no es un buen indicio para optar a la política.
Ellos tienen que captar la realidad como políticos, actuar
dentro de la realidad. Cuando revisamos la vida de Chávez,
desde que el carajito comenzó a tener uso de razón, la abuela
lo educó políticamente. Desde niño fue constituyéndole un
intimo ético y ese carajo repitió esa misma enseñanza en todo
su hacer, durante el ejército y después cuando fue presidente.
Desde pequeño le instalaron ese íntimo ético y ¿Sobré que se
lo instalaron? Sobre el mundo práctico.
Lo enseñaron a trabajar desde pequeño, a respetar las
personas, a ser amable con las personas, a vincularse con las
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