La taguara del humanismo o la cultura comunal
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y tótems; todos absolutamente todos están al servicio de los<br />
dueños, sépanlo o no, son sus filiales, y no hay gremio de<br />
estos que no tengan sus casas matrices donde se reúnen, en<br />
donde les diseñan sus p<strong>la</strong>nes, y no lo decimos nosotros, no<br />
es precisamente en los barrios en donde queda <strong>la</strong> sede de <strong>la</strong><br />
organización internacional <strong>del</strong> trabajo, o <strong>la</strong> de los ecologistas,<br />
o defensores de cualquier vaina o gente o perro o río o estrel<strong>la</strong>,<br />
todas <strong>la</strong>s sedes quedan allá en donde habita el poder <strong>del</strong><br />
capital.<br />
Comprender <strong>la</strong> actual revolución no es sólo mirar el espejo<br />
o mirarse en el espejo, o criticar al <strong>del</strong> espejo o al que está<br />
frente al espejo, sino ver, oler, sentir, tocar, escuchar, saborear<br />
a estos y a los que están, detrás, arriba, abajo, a los <strong>la</strong>dos de<br />
los espejos, los rotos, los sin romper y los por construir.<br />
Los pobres no p<strong>la</strong>neamos <strong>la</strong> muerte <strong>del</strong><br />
<strong>humanismo</strong><br />
El tiempo de muerte <strong>del</strong> <strong>humanismo</strong> ha llegado, no porque<br />
los pobres lo hayamos p<strong>la</strong>neado, no porque Chávez o <strong>la</strong><br />
Revolución Bolivariana lo hayan querido, sino porque su<br />
voluntad tejió mortaja. Sus fábricas completicas se están<br />
desintegrando, sus autopistas, sus edificios, sus faraónicos<br />
centros comerciales. Pero lo más interesante es que los<br />
resortes éticos que lo hacen posible están rotos y sin ninguna<br />
posibilidad de recomponerlos.<br />
Los dueños <strong>del</strong> mundo que ahora mismo luchan por<br />
sostenerse como c<strong>la</strong>se, han roto <strong>la</strong>s concesiones y pactos que<br />
mantenían al sistema. Se han propuesto acabar con algunas<br />
de sus instituciones fundamentales (como el estado-nación)<br />
para pasar al terreno de <strong>la</strong> guerra total, ignorando que al<br />
caer sus columnas vertebrales, cae también <strong>la</strong> lógica que lo<br />
hace posible. Un sistema que se ha sostenido durante toda su<br />
existencia en <strong>la</strong> expansión y <strong>la</strong> explotación, no encuentra hoy<br />
nuevos territorios para ocuparlos y aliviar sus contradicciones<br />
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