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La taguara del humanismo o la cultura comunal

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misma <strong>cultura</strong> en un marco geográfico natural concreto.<br />

Podemos ser muy universales pero no podemos ser chinos, no<br />

podemos ser neoyorquinos, o mayameros, esa mutación sólo<br />

es posible en <strong>la</strong> c<strong>la</strong>se media, pero <strong>la</strong> gente de verdad, no imita<br />

esas ordinarieces, a <strong>la</strong> gente <strong>la</strong> establece su modo de producir<br />

en una geografía y clima específico, con unas estaciones,<br />

unas fronteras naturales y el modo de producción que ha de<br />

determinar <strong>la</strong> re<strong>la</strong>ción con los demás y el resto de <strong>la</strong> naturaleza.<br />

Un andino es un andino, no es porque lo decidieron los<br />

imperialistas de Francia, ni un francés, o porque lo decidieron<br />

los imperialistas ingleses, o chino o japoneses, no, los andinos<br />

tienen un dato natural que los constituye como andinos.<br />

Ahora, ¿qué nos hace iguales? Es el sistema de producción,<br />

<strong>la</strong> <strong>cultura</strong> que él genera. Entonces franceses, italianos,<br />

andinos, chinos, africanos, somos iguales como esc<strong>la</strong>vos o<br />

como dueños, como pobres o como ricos, en ese marco el<br />

sistema creó <strong>la</strong>s fronteras que dividen <strong>la</strong> propiedad privada,<br />

sin importar clima o dificultades geográficas o topográficas,<br />

fronteras que se pueden mostrar con pequeños hitos, o<br />

mojones, con muros, con puertas, con mural<strong>la</strong>s, alcaba<strong>la</strong>s y<br />

para ello los ejércitos, <strong>la</strong>s leyes, y <strong>la</strong>s simbologías poderosas<br />

que destacan a cada dueño, quienes se diferencian en <strong>la</strong><br />

forma de los uniformes militares, los himnos, <strong>la</strong>s banderas,<br />

los escudos, <strong>la</strong>s constituciones, todos elementos ficticios que<br />

identifican <strong>la</strong> dueñitud sobre el territorio y todo lo que en él<br />

está vivo o muerto. Y en nombre de esa propiedad privada<br />

que l<strong>la</strong>man país o nación, o patria, o matria, nos obligan a los<br />

pobres a defender banderas, escudos e himnos que sólo son<br />

los trapos rojos con que los dueños nos convocan a <strong>la</strong> guerra.<br />

El concepto país, o nación o patria o matria, está asociado a<br />

<strong>la</strong> guerra, al dueño de <strong>la</strong> guerra, que constituyó <strong>la</strong> nación, que<br />

constituyó el Estado, ese concepto está siendo cuestionado en<br />

el marco de una revolución, ese concepto que está asociado a<br />

<strong>la</strong> representatividad, a <strong>la</strong> violencia legalizada en el Estado que<br />

protege a los dueños, debe desaparecer. El proceso destructivo<br />

y cuestionador de <strong>la</strong> revolución colocará en evidencia no sólo<br />

lo filosófico <strong>del</strong> concepto, sino también su hechura física.<br />

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