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Una oportunidad para cada niño

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PERSPECTIVA:<br />

¿Qué estamos esperando? Las sociedades<br />

sostenibles comienzan por los <strong>niño</strong>s<br />

Por Kailash Satyarthi, Premio Nobel de la paz y fundadora, Fundación en favor de la Infancia de Kailash Satyarthi<br />

En las estribaciones de la Cordillera del Himalaya, hace<br />

muchos años, conocí a un <strong>niño</strong> trabajador, pequeño y flaco. Me<br />

preguntó: “¿Está el mundo tan pobre que no puede darme un<br />

juguete y un libro, en lugar de obligarme a tomar un arma o una<br />

herramienta?” En otra ocasión, una madre, niña aún, que vivía<br />

en las calles de Colombia y que había sido víctima de la trata, y<br />

a quien habían violado y esclavizado, me preguntó: “Nunca he<br />

tenido un sueño. ¿Podrá mi hijo tener uno?” Un <strong>niño</strong> de Sudán,<br />

secuestrado por una milicia extremista que le había obligado a<br />

matar a sus amigos y familiares, me preguntó una vez: “¿Es mi<br />

culpa?”<br />

La esclavitud no terminó con su abolición en el siglo XIX. Incluso<br />

en tiempos modernos y en los países desarrollados, existe<br />

todavía en sus formas más crueles. Los datos más recientes<br />

muestran que hay 150 millones de <strong>niño</strong>s trabajadores en el<br />

mundo; que 59 millones de <strong>niño</strong>s en edad escolar primaria no<br />

asisten a la escuela; y que se obliga a contraer matrimonio a 15<br />

millones de niñas menores de 18 años <strong>cada</strong> año. Millones de<br />

<strong>niño</strong>s que viven con una discapacidad corren un mayor peligro<br />

de que los marginen o de no recibir una educación.<br />

Millones de inmigrantes indocumentados y personas al margen<br />

de la sociedad son víctimas de la trata y se les obliga a realizar<br />

tareas domésticas o a servir en el comercio sexual. En zonas<br />

afectadas por la crisis, la esclavitud es mucho más rampante,<br />

ya que los <strong>niño</strong>s reciben armas en lugar de juguetes y las niñas<br />

tienen que venderse a veces por menos de un paquete de<br />

cigarrillos. Lamentablemente, 37 millones de <strong>niño</strong>s que viven en<br />

países afectados por alguna crisis no van a la escuela primaria<br />

o secundaria. He conocido a <strong>niño</strong>s trabajando en las granjas de<br />

cacao de Côte d’Ivoire, vendiendo flores en Colombia, cosiendo<br />

balones en el Pakistán, trabajando en las minas de mica y en los<br />

hornos de ladrillos de la India y viviendo horrores inimaginables<br />

en Nigeria.<br />

Todos los <strong>niño</strong>s merecen un comienzo justo y equitativo en<br />

la vida. Merecen libertad y tener una infancia. Merecen una<br />

educación amplia, integral y de calidad. Es preciso considerar<br />

estas cuestiones no sólo como derechos sino como el vehículo<br />

hacia una sociedad más participativa y sostenible.<br />

En septiembre de 2015, más de 200 dirigentes del mundo se<br />

reunieron <strong>para</strong> aprobar un plan de 15 años <strong>para</strong> el desarrollo<br />

sostenible. Aplaudo a las Naciones Unidas por incorporar en<br />

los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) la necesidad<br />

de eliminar el trabajo infantil, el trabajo forzoso, la esclavitud<br />

moderna y la trata de seres humanos, así como por haber hecho<br />

un gran hincapié en una educación inclusiva y equitativa de<br />

calidad. Por primera vez se han establecido objetivos claros <strong>para</strong><br />

acabar con estos males, y se ha reconocido la relación entre<br />

ellos y el crecimiento sostenible. Mis compañeros activistas y<br />

yo habíamos estado pidiendo esto desde hace muchos años.<br />

Las sociedades sostenibles sólo pueden tener un futuro<br />

próspero cuando sus hijos estén seguros, educados y sanos. En<br />

pocas palabras, poner fin al trabajo infantil, a la esclavitud, a la<br />

trata y a la violencia contra los <strong>niño</strong>s tiene una relación directa<br />

con el logro de la mayoría de los otros objetivos de desarrollo.<br />

Juntos, hemos forjado una voluntad <strong>para</strong> un futuro mejor. Sin<br />

embargo, lo más importante es la voluntad que acompaña a las<br />

palabras y no las palabras que acompañan a la voluntad.<br />

Al dirigirme a la Cumbre de las Naciones Unidas sobre los ODS<br />

en Nueva York, yo, en nombre de los <strong>niño</strong>s más marginados,<br />

exigí acción, no promesas. Sabemos que el progreso es<br />

posible: desde que se pusiera en práctica el último programa de<br />

desarrollo, tanto el número de personas que viven en la pobreza<br />

extrema como el número de <strong>niño</strong>s de edad escolar primaria que<br />

no van a la escuela se ha reducido con éxito a la mitad.<br />

Nuestra generación podría ser la que ponga un punto final<br />

a la maldad de la esclavitud infantil. Podemos proporcionar<br />

una educación <strong>para</strong> <strong>cada</strong> <strong>niño</strong>. Tenemos una <strong>oportunidad</strong> <strong>para</strong><br />

abrazar la paz, la equidad, la inclusión y el desarrollo sostenible,<br />

garantizando la libertad <strong>para</strong> todos.<br />

Pero sólo podremos hacerlo cuando los gobiernos, las<br />

empresas, la sociedad civil y los ciudadanos se unan, y cuando<br />

<strong>cada</strong> uno desempeñe su papel deliberadamente y con eficacia.<br />

Necesitamos a los gobiernos <strong>para</strong> establecer políticas que<br />

tengan en cuenta a la infancia e inviertan adecuadamente en la<br />

educación y los jóvenes. Los gobiernos ya no pueden pasar por<br />

alto los argumentos económicos contra el trabajo infantil. <strong>Una</strong><br />

tasa elevada de trabajo infantil conduce a un mayor desempleo.<br />

Hoy en día, por los 150 millones de <strong>niño</strong>s (de 5 a 14 años)<br />

que realizan trabajos pensados <strong>para</strong> adultos, hay 200 millones<br />

de adultos desempleados. Con unas medidas económicas<br />

acertadas, los gobiernos deberían garantizar un salario vital<br />

decente <strong>para</strong> que los progenitores puedan enviar a sus hijos a la<br />

escuela.<br />

86 ESTADO MUNDIAL DE LA INFANCIA 2016

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