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<strong>POETIKA1</strong><br />
vuelvo/ cuerpo de afecto/ emite calor, es peso/ su sonido, de planeta/ lleno/<br />
acople pleno/ desierto propio, edén/ sos un lugar”. Imperan, al nombrarse<br />
esta materia a la que inexorablemente se retorna, las alusiones al “descanso”,<br />
que “nunca aparece sin descanso”; al “desmayo” -en el poema “Llego a la<br />
plaza”-; y a todas las variantes del cansancio, del sopor y del dolor de cabeza,<br />
especialmente en “Baja presión”, de la sección “Gravedad”, donde la iteración<br />
recrudece el estado general: “parece que ya hice todo todo todo/ y que no<br />
habrá diferencia alguna /[…]/ las cervicales me amenazan/ la temperatura de<br />
mi cuerpo”. Pero además, la sensación de desasosiego encuentra un trasfondo<br />
otro, puesto que quien se expresa “prendada del dolor y de su lumbre/<br />
como una mosca asada” revela un sufrimiento más visceral, más ligado a la<br />
fibra sentimental -“estoy cansada del desamor”- o a una desazón profunda,<br />
rayana en la melancolía y en el hastío: “el cerebro se quema/ el humor de lo<br />
oscuro/ arrellana el alma”; o “hay esqueletos de deseos por todo el lugar”,<br />
leemos. En “Caldo”, quizá el poema más emblemático al respecto, se hace<br />
evidente que las penurias propias -“y en mi interior siempre estoy llorando/<br />
o peleando o extrañando a alguien”- son asimismo las de la especie: “por<br />
esta dura placenta/ en la que cada cual da su pelea/ su mejor cara de niño/ al<br />
juguete del mundo,/ y su civilizada/ alienación”. Y Freschi es fiel aquí a cierta<br />
vertiente de su obra –por ejemplo, en el libro colectivo Invocaciones (Cuatro<br />
poetas en la voz del mito/ Enrique Solinas …[et al.], edición literaria a cargo<br />
de Patricia Bence Castilla, 1ª. ed., Buenos Aires, Ruinas Circulares, 2011)<br />
al fragmento dedicado a Romina Tejerina, la mujer violada que asesina a su<br />
hija y espeja así “el mal del mundo”, cuando se la ve como a una verdadera<br />
víctima- que pone el foco en la crueldad, en la injusticia, en la capacidad de<br />
destrucción del ser humano: “¿será posible el recuerdo?/ el mundo es por<br />
momentos/ un jardín de niños que rompen sus juguetes/ y que tratan a todos<br />
los seres/ -hasta al propio-/ como a un juguete”. El tono es siempre el de una<br />
sentida y tierna conmiseración, aunque se intuya que el hilo se corta por lo<br />
más débil, ya que en definitiva somos todos los damnificados. En el poema<br />
“Parque Centenario” se atribuye el desamparo a la pérdida de la infancia:<br />
“todos somos huérfanos/ hemos perdido esa parte del pasado/ cuando el<br />
mundo era finito”.<br />
No cabe duda de que este libro es una oportunidad para remover<br />
esos sitios antiguos, para retomar los pedazos como “la mesa fabricada con los<br />
restos de la casa”. Ayer nomás, en el libro El-pe-yO (Freschi, Romina, 1 ed.,<br />
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