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<strong>POETIKA1</strong><br />
política y estética que, según las propuestas del filósofo Jacques Rancière,<br />
se visibilizan en la repartición de elementos sensibles. Mi hipótesis apunta<br />
a demostrar que esta poesía está inscrita en lo que Rancière define como<br />
régimen estético del arte. Es preciso que atendamos primero a la definición<br />
que se propone sobre el concepto de repartición de lo sensible para entender<br />
el carácter inevitablemente político de este análisis. Rancière lo define así:<br />
Llamo reparto de lo sensible a ese sistema de evidencias sensibles que<br />
al mismo tiempo hace visible la existencia de un común y los recortes<br />
que allí definen los lugares y las partes respectivas. Un reparto de lo<br />
sensible fija entonces, al mismo tiempo, un común repartido y partes<br />
exclusivas. Esta repartición […] se funda en un reparto de espacios,<br />
de tiempos y de formas de actividad que determina la manera misma<br />
en que un común se ofrece a la participación y donde los unos y los<br />
otros tienen parte en este reparto. (2009: 9)<br />
Sin embargo, el filósofo francés también reconoce otro sistema<br />
de formas que precede a ese reparto y determina quiénes son aquellos que<br />
participan en dicha repartición: «Es un recorte de tiempos y de espacios,<br />
de lo visible y de lo invisible, de la palabra y del ruido que define a la vez el<br />
lugar y la problemática de la política como forma de experiencia» (Rancière,<br />
2009: 10). Dicho de otra manera, es un punto de encuentro entre la política<br />
y la estética como experiencias previas del reparto. Esta base «estética» es la<br />
que permite una diferenciación con lo que se reconoce como «estetización<br />
de la política», es decir, la distancia entre lo que se concibe apriorísticamente<br />
como modo de ser político (y, por analogía, modo de ser también estético)<br />
y la politización posreparto de ciertas intervenciones artísticas «antisistema».<br />
Era preciso explicar estas definiciones, dado que ellas nos van a<br />
permitir fundamentar la razón por la que Pastor de perros es una obra que<br />
se inscribe en el régimen estético. Escritura en clave testimonial, los poemas<br />
de este libro presentan una serie de experiencias urbanas relacionadas con el<br />
submundo de la pasta básica cocaína, experiencias narradas principalmente<br />
por una voz colectiva. Dicha voz, además, está bastante familiarizada con<br />
el lenguaje callejero y lumpenezco. De Ramos se apodera de un común<br />
colectivo: la lengua popular. Pero no lo muestra bajo la impronta tradicional<br />
del yo lírico. Este primer detalle nos permite observar la singularidad de<br />
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