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<strong>POETIKA1</strong><br />
En «El viaje… primer encuentro», la voz colectiva será la constante<br />
para narrar la primera experiencia con la droga: «Al borde del cansancio casi<br />
jadeantes como mulos de entierro/ llegamos el mal frío que pasamos para<br />
este viaje sin viaje» (1993: 17). Con este verso, se instala la distribución de<br />
la temporalidad y el espacio de la práctica ilícita gracias al tropo del viaje.<br />
Pero solo es posible entender la idea de viaje atendiendo al concepto de<br />
movilidad. Y en este caso, el «viaje sin viaje» es movimiento imaginario: el<br />
claustro o fumadero se convierten en una especie de máquina fabulosa en la<br />
que el tiempo y el espacio se diluyen bajo el violento influjo narcótico del pay<br />
en la intersubjetividad de la comunidad. Estos detalles, aunque brevemente<br />
señalados, nos permiten afirmar que la poesía de Domingo propone una<br />
desacralización del poema como objeto individual y un distanciamiento de la<br />
experiencia narrada en tanto que lo testimonial no viene a ser el fruto de una<br />
voz delimitadora sino la suma de subjetividades múltiples en diálogo. Por<br />
tanto, ese estadio sensible que ha sido extrañado, extranjerizado, coincide<br />
perfectamente con lo que Rancière acuña al régimen estético, «sitio de un<br />
pensamiento que a la vez se ha vuelto extranjero de sí mismo, […] núcleo<br />
invariable de las identificaciones del arte que configuran originalmente el<br />
pensamiento estético» (2009: 25).<br />
Otros de los elementos sensibles que podemos apreciar en la poesía<br />
de Domingo de Ramos como tropo de la decadencia socioeconómica es el<br />
detalle del espacio físico de la práctica narcótica, el fumadero:<br />
«[…] hubiéramos preferido la fábrica que este hueco lanoso y<br />
asfixiante/ pero es aquí donde se vende lo mejor donde se hornea y<br />
se seca/ el queso se fragua pájaros blancos que el Pastor de perros/ los<br />
moldea a la altura de la cabeza / El [sic] es flecha y bandera blanca/<br />
en medio de la hondonada» (1993: 17).<br />
Aquí estamos inmersos en el hoyo de la pasta; se cocina la droga y<br />
se comercializa. Más resaltante, sin embargo, es el hecho de que se nos da<br />
a sentir la metaforización de un espacio y sus modos de producción; es en<br />
su degradación donde se nos muestra el carácter de este reparto, reverso y<br />
distorsión de los «beneficios» del sistema capitalista. También es importante<br />
la aparición del personaje Pastor de perros, ahora como una figura protectora<br />
y modeladora, parodia de aquel quien cumple el rol de distribuir lo común<br />
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