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<strong>POETIKA1</strong><br />
en el reparto. En el poema «A la hora del pay», aparecerán estos versos<br />
que aclaran mucho más la participación del personaje: «[…] y el Pastor<br />
de perros nos guía en medio del apagón por extraños/ linderos como un<br />
reloj de cuerda migrábamos de un lugar a otro/ entre los altos pastizales y la<br />
llana vereda donde no hay colores» (1993: 26). Guía y referente, protector<br />
y orientador, el Pastor de perros se convierte en una especie de benefactor<br />
para los seguidores ansiosos de consumo. Como en Yúdice, al referirse a la<br />
parodia del narcotráfico y el capitalismo, el personaje central funciona como<br />
parodia del poder regulador del consumo 12 y sus seguidores (los perros) como<br />
imitación ─menos burda─ de los consumidores. Curiosamente, la pasta se<br />
convierte en la mercancía alegórica respecto a los objetos que se inscribirán en<br />
la renuncia del que consume (Avelar, 2000: 4). Dicho de otra manera, queda<br />
en evidencia la relación perversa entre el narcotráfico y el sistema económico:<br />
aunque los perros renuncien a los objetos relegados por el impulso alegórico,<br />
no renuncian nunca a consumir. Es una lógica que se respeta incluso en<br />
circunstancias tan disímiles y denigrantes como en el submundo de la pasta.<br />
Y es esa la manera en que opera un reparto no solo desigual, sino infame:<br />
lo que se da a sentir no es la simple experiencia, sino también su excedente<br />
y su extrañamiento, vale decir, ese conjunto de objetos sensibles que nos<br />
permiten afirmar quién toma parte de qué en nuestra estructura social.<br />
Finalmente, la voz poética profundizará de nuevo en los efectos de la<br />
droga. Una idea fundamental que se desarrolla en el poemario es el concepto<br />
de letargo; es decir, la inhibición de responder ante distintos estímulos: ‘‘A<br />
la hora del pay cuando todo se despeña en volutas de Humo/ se tronchan<br />
los dedos la noche que no imaginan que no graba no recuerda’’ (1993: 25).<br />
Se trata de un elemento que se distribuye con cierto libertinaje y cuyo fin<br />
es despertar en el consumidor una nueva sensibilidad. Y es justamente el<br />
espacio del letargo, de la enajenación, donde transcurre el viaje sin viaje,<br />
la subjetividad nerviosa y fragmentada, el origen del registro esquizoide, la<br />
trasplantación de los espacios reales a los imaginarios: ‘‘La ciudad se sube a<br />
nuestra mente/ escoltados de cocodrilos reflectores y púas cercado por su<br />
pestilencia/ Templos y palacios asediados por aves de presa’’ (1993: 29).<br />
Hay un reparto caótico y grotesco en esa ciudad que es Lima, espacio de la<br />
alienación y la parodia de la cosmópolis moderna. O dicho en términos de<br />
12 Entendamos este concepto como “consumismo”, “consumo irresponsable”, no<br />
como el consumo crítico.<br />
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