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POETIKA1

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<strong>POETIKA1</strong><br />

la poesía de Domingo, pues formula una humanidad específica cuando se<br />

distancia de la mera representación subjetiva de la experiencia. Es decir,<br />

su fórmula se funda en el dialogismo y en la polifonía para constituir una<br />

situación totalizante de verdad. Esta carácter singular me permite postular<br />

su evidente inscripción en el régimen estético, pues reafirma «la absoluta<br />

singularidad del arte y destruye al mismo tiempo todo criterio pragmático de<br />

esta singularidad» (2009: 26). La contraparte de una obra de esta naturaleza<br />

sería, por ejemplo, el típico poemario de denuncia social, pues este se nos<br />

muestra como un artefacto posreparto al que se le ha sido asignada una<br />

voz monológica, y cuya «singularidad» no le permite la destrucción de sus<br />

propios límites pragmáticos.<br />

Es sintomático que el primer poema, «Pastor de perros», esté escrito<br />

en primera persona. A mi entender, y dado un carácter tutelar que luego<br />

describiremos en el personaje Pastor de perros, es una manera de presentar<br />

una voz hegemónica que después será cuestionada. Además, se trata de una<br />

evocación a los años de juventud, al amor, al sentido de colectividad, es decir,<br />

a los modos de sentir distribuidos. Dicha añoranza, por supuesto, se sumerge<br />

en la memoria de los estragos de la pasta:<br />

[…] de este calor que me falta a los pies/ a esta tiesura desmesurada<br />

que aborda solitaria/ en mi cama pesadumbre de humo tiznando/ el<br />

papel que no grita ni chilla que se abre/ y se cierra ciclos de hierro<br />

festoneando/ mi puerta al pie de las aguas más oscuras/ Tú me vienes<br />

a desvelar el camino/ una historia que busca y busca/ una boca un<br />

vicio una mano. (Ramos 1993: 9)<br />

Dos características pondrán en evidencia esa intención retrospectiva<br />

y testimonial de esta primera voz que aparece en el libro: el relato en primera<br />

persona y el tiempo pasado. De una forma melancólica, se expresa esa<br />

fascinación por la mercancía que funcionaba como una especie de motor en<br />

la repartición de lo sensible. La perversión de ese modelo cambió el supuesto<br />

bienestar de la modernidad por la degradación (el «calor que falta a los pies»,<br />

la «tiesura desmesurada»). La «boca» y el «vicio» se asocian para mostrarnos<br />

la parte degenerada del reparto; son a su vez metáforas del consumo, sujeto y<br />

objeto de la depravación económica y moral del capitalismo. Más adelante,<br />

esta característica será más ostensible.<br />

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