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Adolfo Hitler - Mi Lucha

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SEGUNDA PARTE<br />

CAPÍTULO SEGUNDO<br />

El Estado<br />

Ya en los años de 1920 y 1921, los círculos anticuados de la burguesía, acusaron<br />

incesantemente a nuestro movimiento de mantener una posición negativa frente al Estado actual, y<br />

de esta acusación la politiquería partidista de todos los sectores hizo derivar el derecho de iniciar,<br />

por todos los medios, la lucha opresora contra la joven e incómoda protagonista de una nueva<br />

concepción ideológica. Por cierto que deliberadamente se había olvidado de que el mismo burgués<br />

de nuestros días era ya incapaz de imaginar bajo el concepto “Estado” un organismo homogéneo y<br />

tampoco existía, ni podía existir, una definición concreta para el mismo. A esto se agrega que en<br />

nuestras universidades, suelen haber a menudo “difundidores” en forma de catedráticos de Derecho<br />

Público, cuya “suprema tarea” consiste en elucubrar explicaciones e interpretaciones sobre la<br />

existencia, más o menos dichosa del Estado al cual deben el pan cotidiano. Cuanto más abtrusa sea<br />

la contextura de un Estado, tanto más impenetrable, alambicado e incompresible, resulta el sentido<br />

de las definiciones de su razón de ser.<br />

En términos generales, se puede distinguir tres criterios diferentes:<br />

a) El grupo de los que ven en el Estado simplemente una asociación, más o menos<br />

espontánea, de gentes sometidas al poder de un gobierno. En el solo hecho de la<br />

existencia de un Estado, radica, para ellos, una sagrada inviolabilidad. Apoyar<br />

semejante extravío de cerebros humanos, supone rendir culto servil a la llamada<br />

autoridad del Estado. En un abrir y cerrar de ojos, se transforma en la mentalidad de<br />

esas gentes el medio en un fin.<br />

b) El segundo grupo, no admite que la autoridad del Estado represente la única y<br />

exclusiva razón de ser de éste, sino que, al mismo tiempo, le corresponde la misión<br />

de fomentar el bienestar de sus súbditos. La idea de “libertad”, es decir, de una<br />

libertad generalmente mal entendida, se intercala en la concepción que esos círculos<br />

tienen del Estado. La forma de gobierno ya no parece inviolable por el solo hecho de<br />

su existencia; se la analiza más bien desde el punto de vista de su conveniencia. Por<br />

lo demás, es un criterio que espera del Estado, sobre todo, una favorable<br />

estructuración de la vida económica del individuo; un criterio, por tanto, que juzga<br />

desde puntos de vista prácticos y de acuerdo con nociones generales del rendimiento<br />

económico. A los representantes principales de esta escuela, los encontramos en los<br />

círculos de nuestra burguesía corriente y con preferencia en los de nuestra<br />

democracia liberal.<br />

c) El tercer grupo es numéricamente el más débil y cree ver en el Estado un medio para<br />

la realización de tendencias imperialistas, a menudo vagamente formuladas dentro de<br />

este Estado, de un pueblo homogéneo y del mismo idioma.<br />

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