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Adolfo Hitler - Mi Lucha

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2º A causa de la cobarde pasividad observada por nuestros llamados partidos<br />

conservadores.<br />

A esto conviene añadir:<br />

Que el anquilosamiento de las nociones del cumplimiento del deber y de la obediencia, tenía<br />

su honda raíz en la índole de nuestra educación carente de sentido nacional y orientada netamente<br />

hacia el Estado. De ahí resulta el desconcierto entre medios y fines. La conciencia y la noción del<br />

cumplimiento del deber, así como la obediencia, no son fines en sí, como tampoco el Estado es un<br />

fin en sí mismo; todos juntos deben constituir los medios conducentes a facilitar y garantizar la<br />

existencia en este mundo a una comunidad de seres psíquica y físicamente afines.<br />

En la hora crítica en que un pueblo, debido a los manejos de unos cuantos<br />

malhechores, sucumbe visiblemente para quedar a merced de la más dura humillación, la<br />

obediencia y el cumplimiento del deber para con aquellos, es formulismo doctrinario, es<br />

locura. Según el concepto nacionalsocialista, en tales momentos no obra la obediencia para<br />

con superiores pusilánimes, sino la lealtad para con la comunidad del pueblo. Aparece<br />

entonces el deber de la responsabilidad personal frente al conjunto de la nación.<br />

La revolución triunfó porque nuestro pueblo, mejor dicho nuestros gobernantes, habían<br />

perdido el concepto vivo de estas nociones, para dar paso a una concepción puramente doctrinaria y<br />

formalista de las mismas.<br />

En lo concerniente al segundo punto, habría que subrayar lo siguiente:<br />

La causa profunda de la pusilanimidad de los partidos “conservadores”, fue, en primer lugar,<br />

la desaparición del sector activo y bien intencionado de nuestro pueblo, el cual se desangró durante<br />

la guerra. Prescindiendo de todo esto, nuestros partidos burgueses, que podemos clasificar como las<br />

únicas instituciones políticas cimentadas sobre la plataforma del antiguo Estado, se hallaban<br />

persuadidos de que debían defender sus convicciones exclusivamente en el terreno intelectual y por<br />

medios intelectuales, ya que el empleo de la fuerza material era facultad privativa del Estado. Pero<br />

en el momento en que en el mundo de la democracia burguesa, surgió el marxismo, constituía un<br />

solemne absurdo apelar a la lucha con “armas espirituales”; absurdo que después debió acarrear<br />

tremendas consecuencias.<br />

Las únicas organizaciones que en aquellos tiempos habrían tenido el valor y la fuerza<br />

necesarias para enfrentarse con el marxismo y sus masas soliviantadas, era, en un comienzo, los<br />

cuerpos de voluntarios, más tarde las agrupaciones de auto-defensa, las guardias civiles, etc., y, por<br />

último las ligas tradicionalistas.<br />

Lo que a los marxistas les dio el triunfo, fue la perfecta cohesión existente entre su<br />

voluntad política y el carácter brutal de su acción. En cambio, lo que privó a los sectores<br />

nacionalistas de toda influencia en los destinos de Alemania, fue la falta de una colaboración<br />

eficiente entre el poder de la fuerza y la voluntad de una genial aspiración política.<br />

Cualquiera que hubiese sido la aspiración de los partidos “nacionalistas”, el valor de éstos<br />

debía ser siempre nulo, porque esos partidos no contaban con ningún poder para defenderla, y<br />

mucho menos para imponerla en la calle.<br />

Las ligas de defensa disponían de todo poder y dominaban prácticamente la calle, pero<br />

carecían de una idea política y también de una finalidad política definida.<br />

Fue el judío el que con asombrosa habilidad, supo lanzar, mediante su prensa, la idea del<br />

“carácter apolítico” de las ligas de defensa, ensalzando y proclamando siempre, con no menos

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