Adolfo Hitler - Mi Lucha
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I) La colonización de la Marca Oriental llevada a cabo principalmente, por los<br />
Bayuwares.<br />
II)<br />
La conquista y la penetración del territorio al Este del Elba.<br />
El tercer suceso trascendental de nuestra actividad política, fue la formación del Estado de<br />
Prusia y, con ello, el fomento sistemático de un especial concepto político y del instinto de la propia<br />
conservación y defensa del ejército alemán, a base de organización y de acuerdo con las<br />
necesidades de la época. Fue, precisamente, gracias al régimen de disciplina de la institución militar<br />
prusiana por lo que el pueblo alemán –disociado y superindividualizado por la diversidad de sus<br />
componentes-, pudo recobrar, por lo menos, una parte de su casi perdida capacidad de organización.<br />
Merece subrayarse, que la importancia de los éxitos políticos, realmente tales, que alcanzó<br />
nuestro pueblo en sus luchas milenarias, la comprenden y aprecian muchísimo mejor nuestros<br />
adversarios que nosotros mismos. Para nuestro modo de obrar del presente y del futuro, tiene una<br />
máxima significación el saber distinguir entre los éxitos políticos efectivos de nuestro pueblo y lo<br />
que fue la sangre nacional sacrificada en vano.<br />
Nosotros, los nacionalsocialistas, jamás debemos asociarnos al patrioterismo corriente<br />
de nuestro actual mundo burgués. Sobre todo, entraña un gravísimo peligro el que nos<br />
consideremos ligados, ni aun en lo más mínimo, a la última etapa de la evolución de la<br />
anteguerra. La única conclusión que debemos sacar del pasado, es la de orientar nuestra acción<br />
política en un doble sentido: el suelo como objetivo de nuestra política exterior y un nuevo<br />
fundamento unitario ideológicamente consolidado, como finalidad de política interna.<br />
*<br />
* *<br />
La pretensión de restablecer las fronteras de 1914, constituye una insensatez política de<br />
proporciones y consecuencias tales, que la revelan como un crimen, y esto, aun sin considerar<br />
en absoluto el hecho de que entonces las fronteras del Reich, podían serlo todo menos lógicas.<br />
En efecto, no eran ni perfectas en lo tocante a abarcar el conjunto territorial habitado por<br />
elementos de nacionalidad alemana, ni menos razonables desde el punto de vista de su<br />
conveniencia estratégico-militar. No habían sido, pues, el resultado de una acción de política<br />
meditada, sino simplemente, fronteras provisorias fijadas en el curso de una evolución<br />
totalmente inconclusa o, si se quiere, fronteras resultantes en parte de la pura casualidad.<br />
Esta pretensión responde enteramente al criterio de nuestro mundo burgués, que tampoco, en<br />
esto, posee ni una sola idea de orientación política para el futuro, sino que vive en el pasado, esto<br />
es, en lo más inmediato. Por lo tanto, es comprensible que la visión política de esta gente, no vaya<br />
más allá de 1914. Al proclamar ellos la reivindicación de aquellas fronteras como objetivo de su<br />
política, no hacen otra cosa que fomentar la solidaridad decadente de nuestros adversarios, y sólo<br />
así se explica que, ocho años después de una guerra en la cual tomaron parte Estados de las miras<br />
más heterogéneas pueda mantenerse todavía, más o menos firme, la coalición de los vencedores de<br />
entonces 15 .<br />
Todos estos Estados, sacaron provechos del desastre alemán. El temor a nuestro poderío,<br />
relegó a segundo plano la ambición y la envidia de las grandes potencias entre sí. Vislumbraban en<br />
una repartición común, en lo posible, de las heredades de nuestro Reich, la mejor garantía contra un<br />
futuro levantamiento alemán. El malestar de conciencia y el miedo que sienten ante la vitalidad de<br />
nuestro pueblo, constituyen el cemento más duradero para mantener, aun hoy, cohesionados a los<br />
miembros de esta coalición. Sólo los espíritus infantiles pueden entregarse a pensar que una<br />
reconsideración del dictado de Versalles sea factible por obra de imploraciones o de artimañas,<br />
15 Se refiere al año 1926 en que <strong>Hitler</strong> escribió esta segunda parte de su libro.