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Adolfo Hitler - Mi Lucha

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de antes. Para evitar por lo menos lo peor, se comienza a proteger el suelo contra la mano avarienta<br />

del judío, dificultándosele la adquisición de terrenos.<br />

Cuanto más aumenta el poder de las dinastías, mayor es su empeño de acercarse a ellas. Por<br />

último, no necesita más que dejarse bautizar para entrar en posesión de todas las ventajas y<br />

derechos de los hijos del país. El judío hace este negocio con bastante frecuencia para beneplácito,<br />

por una parte, de la Iglesia que celebra la ganancia de un nuevo feligrés y, por otra de Israel que se<br />

siente satisfecho del fraude consumado. Aun en tiempos de Federico el Grande a nadie se le habría<br />

ocurrido ver en los judíos otra cosa que un pueblo “extraño” y el mismo Goethe se horrorizaba ante<br />

la idea de que en el futuro la ley no prohibiese el matrimonio entre cristianos y judíos. ¡Por Dios!<br />

que Goethe no ha sido ni un reaccionario ni un ilota. Lo que expresó no fue más que la voz de la<br />

sangre y de la razón. Pese a los vergonzosos manejos de las Cortes, el pueblo se percata<br />

intuitivamente de que el judío es un cuerpo extraño en el organismo nacional y lo trata como a tal.<br />

Pero debió cambiar este estado de cosas. En el transcurso de más de un milenio ha llegado el<br />

judío a dominar en una medida tal el idioma del pueblo que le da hospitalidad, que cree poder<br />

arriesgarse a acentuar menos que antes su semitismo y en cambio decantar más su “germanismo”.<br />

Con esto se produce el caso de una de las mixtificaciones más infames que se puede imaginar. La<br />

raza no radica en el idioma, sino exclusivamente en la sangre; una verdad que nadie conoce mejor<br />

que el judío mismo, el cual justamente da poca importancia a la conservación de su idioma, en tanto<br />

que le es capital el mantenimiento de la pureza de su sangre.<br />

La razón por la cual el judío se decide en convertirse de un momento a otro en un “alemán”,<br />

surge a la vista: su aspiración única tiende a la adquisición del goce pleno de los derechos del<br />

“ciudadano”.<br />

Previamente empieza por reparar ante los ojos del pueblo el daño que hasta aquí le había<br />

inferido. Inicia su evolución como “benefactor” de la humanidad. Corto tiempo después comienza a<br />

tergiversar las cosas, presentándose como si hasta entonces hubiese sido la única víctima de las<br />

injusticias de los demás y no viceversa. Algunas gentes excesivamente tontas creen en la patraña y<br />

no pueden menos que compadecer al “pobre infeliz”.<br />

Algo más todavía: el judío se hace también intempestivamente liberal y se muestra un<br />

entusiasta del progreso necesario a la humanidad. Poco a poco llega a hacerse de ese modo el<br />

portavoz de una nueva época.<br />

Pero lo cierto es que él continua destruyendo radicalmente los fundamentos de una<br />

economía realmente útil al pueblo. Indirectamente, adquiriendo acciones industriales, se introduce<br />

en el círculo de la producción nacional; convierte esta en un objeto de fácil especulación<br />

mercantilista, despojando a las industrias y fábricas de su base de propiedad personal. De aquí nace<br />

aquel alejamiento subjetivo entre el patrón y el trabajador que conduce más tarde a la división<br />

política de las clases sociales.<br />

A fin de cuentas, gracias a la Bolsa, crece con extraordinaria rapidez la influencia del judío<br />

en el terreno económico. Asume el carácter de propietario por lo menos el de controlador de las<br />

fuentes nacionales de producción.<br />

Para reforzar su posición política, el judío trata de eliminar las barreras establecidas en el<br />

orden racial y civil que todavía le molestan a cada paso. Se empeña, con la tenacidad que el es<br />

peculiar, a favor de la tolerancia religiosa y tiene en la francmasonería, que cayó completamente en<br />

sus manos, un magnífico instrumento para cohonestar y lograr la realización de sus fines. Los<br />

círculos oficiales, del mismo modo que las esferas superiores de la burguesía política y económica,<br />

se dejan coger insensiblemente en el garlito judío por medio de lazos masónicos. Pero el pueblo

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