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Adolfo Hitler - Mi Lucha

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Si bien ya en otros tiempos me había ocupado del estudio de problemas económicos, mi<br />

interés por estos quedó circunscrito sólo a los límites que corresponden al análisis de la cuestión<br />

social en sí. Poco después se amplió este marco gracias al examen que hice de la política aliancista<br />

del Reich que, en buena parte, era el resultado de una errónea apreciación de la económica nacional,<br />

así como de la falta de un cálculo claro sobre las posibles condiciones básicas de la subsistencia del<br />

pueblo alemán en el futuro. Todas estas ideas descansaban sobre el criterio de que en todo caso el<br />

capital no era más que el resultado del trabajo y que por eso éste se hallaba sometido, como el<br />

trabajo mismo, a las fluctuaciones de todos aquellos factores que fomentan o dificultan la actividad<br />

humana. Pensábase que justamente en esto estribaba la importancia nacional del capital el cual, a su<br />

vez, dependía tan enteramente de la grandeza, de la autonomía y del poder del Estado, es decir, de<br />

la nación, que esa sola subordinación del capital a un Estado soberano y libre, obligaría al capital a<br />

actuar por su parte a favor de esa soberanía, poder, capacidad, etc., de la nación.<br />

Bajo estas condiciones era relativamente sencilla y fácil la misión del Estado con respecto al<br />

capital: se debía cuidar únicamente de que éste se mantuviera al servicio del Estado y no<br />

pretendiese convertirse en el amo de la nación. Este modo de pensar podía circunscribirse entre dos<br />

límites; por una parte fomentar una economía nacional, vital y autónoma y por otra garantizar los<br />

derechos sociales del obrero.<br />

Al principio no había podido yo distinguir con la claridad deseada la diferencia existente<br />

entre el capital propiamente dicho, resultado del trabajo productivo, y aquel capital cuya existencia<br />

y naturaleza descansan exclusivamente en la especulación. Me hacía falta, pues, una sugestión<br />

inicial que aún no había llegado hasta mí.<br />

Esta sugestión la recibí al fin y muy amplia, gracias a uno de los varios conferenciantes que<br />

actuaron en el ya mencionado curso del regimiento 2 de infantería: Gottfried Feder.<br />

Después de escuchar la primera conferencia de Feder, quedé convencido de haber<br />

encontrado la clave de una de las premisas esenciales para la fundación de un nuevo partido.<br />

*<br />

* *<br />

En mi concepto, el mérito de Feder consistía en haber sabido precisar rotundamente el<br />

carácter tanto especulativo como económico del capital bancario y el de la Bolsa, y de haber, a su<br />

vez puesto en descubierto la eterna condición de su razón de ser: el interés porcentual. Las<br />

exposiciones de Feder eran tan ajustadas a la verdad en los problemas fundamentales, que sus<br />

críticos impugnaban menos la exactitud teórica de la idea, que la posibilidad de su aplicación<br />

teórica.<br />

No es tarea del teorizante establecer el grado posible de realización de una idea, sino saber<br />

exponer esta misma idea; es decir que el teorizante tiene que preocuparse menos del camino a<br />

seguir que de la finalidad perseguida. Lo decisivo es, pues, la exactitud de una idea en principio y<br />

no la dificultad que ofrezca su realización. El teorizante de un movimiento ideológico puntualiza la<br />

finalidad de éste; el político aspira a realizarla. El primero se subordina en su modo de pensar a la<br />

verdad eterna, en tanto que el segundo somete su manera de obrar a la realidad práctica. En la<br />

primera conferencia de Gottfried Feder sobre la “abolición de la esclavitud del interés” me di cuenta<br />

inmediatamente de que se trataba de una verdad teórica de trascendental importancia para el futuro<br />

del pueblo alemán. La separación radical entre el capital bursátil y la economía nacional, ofrecía la<br />

posibilidad de oponerse a la internacionalización de la economía alemana, sin comprometer al<br />

mismo tiempo, en la lucha contra el capital, la base de una autónoma conservación nacional. Yo<br />

presentía demasiado claro el desarrollo de Alemania, para no saber que la lucha más intensa no<br />

debía ya dirigirse contra los pueblos enemigos, sino contra el capital internacional. En las palabras<br />

de Feder descubrí un lema grandioso para esa lucha del porvenir. El curso de acontecimientos<br />

ulteriores debió encargarse de probarnos cuán cierta fue nuestra previsión de aquel tiempo. Los

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