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Adolfo Hitler - Mi Lucha

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explotación humana, se aproxima, por el otro, a las víctimas de sus manejos para luego convertirse<br />

en el leader de la “lucha contra sí mismo”; es decir, “contra sí mismo” sólo en un sentido figurado,<br />

porque el “gran maestro de la mentira”, sabe presentarse siempre como un inocente atribuyendo la<br />

culpa a otros. Y como por último tienen el descaro de guiar él mismo a las masas, éstas no se dan<br />

cuenta de que podría tratarse del más infame de los fraudes de todos los tiempos.<br />

Veamos cómo procede el judío en este caso: Se acerca al obrero y para granjearse la<br />

confianza de éste, finge conmiseración hacia él y hasta parece indignarse por su suerte de miseria y<br />

pobreza. Luego se esfuerza por estudiar todas las penurias reales o imaginarias de la vida del obrero<br />

y tiende a despertar en él el ansia hacia el mejoramiento de sus condiciones. El sentimiento de<br />

justicia social que en alguna forma existe latente en todo ario, sabe el judío aleccionarlo, de modo<br />

infinitamente hábil, hacia el odio contra los mejor situados, dándole así un sello ideológico<br />

absolutamente definido hacia la lucha contra los males sociales. Así funda el judío la doctrina<br />

marxista. Presentando esta doctrina como íntimamente ligada a una serie de justas exigencias<br />

sociales, favorece la propagación de éstas y provoca, por el contrario, la resistencia de los bien<br />

intencionados contra la realización de exigencias proclamadas en una forma y con características<br />

tales, que ya desde un principio aparecen injustas y hasta imposibles de ser cumplidas.<br />

De acuerdo con los fines que persigue la lucha judía y que no se concretan solamente a la<br />

conquista económica del mundo, sino que buscan también la supeditación política de éste, el judío<br />

divide la organización de doctrina marxista en dos partes, que, separadas aparentemente, son en el<br />

fondo un todo indivisible: el movimiento político y el movimiento sindicalista.<br />

El movimiento sindicalista es de propaganda y ofrece ayuda y protección al obrero –y con<br />

esto la posibilidad de alcanzar condiciones mejores de vida- en la dura lucha por la existencia que<br />

tiene que sostener debido a la ambición o a la miopía de muchos patronos. Si el obrero no quiere<br />

abandonar la representación de sus derechos vitales al ciego capricho de individuos en parte<br />

irresponsables o hasta faltos de sentimiento humano, en una época en que la comunidad organizada<br />

del pueblo, es decir, el Estado, poco o nada se preocupa de su situación, no le queda otro recurso<br />

que asumir por sí mismo la defensa de sus intereses. En la misma medida en que la llamada<br />

burguesía nacional, cegada por la pasión de intereses materiales, opone los mayores obstáculos a<br />

esa lucha social –no solo embarazando, sino saboteando inclusive todo intento dirigido a disminuir<br />

la duración de la jornada de trabajo, inhumanamente larga, la protección a la mujer, la abolición del<br />

trabajo para menores, el mejoramiento de las condiciones sanitarias en los talleres y en las<br />

viviendas, el judío, más perspicaz que el burgués, aparenta preocuparse de los oprimidos. Poco a<br />

poco se convierte en el leader del movimiento sindicalista y esto con tanta más facilidad, cuanto que<br />

él no trata seriamente de la supresión de anomalías sociales, sino que se reduce a la formación de un<br />

cuerpo de incondicionales adictos, como fuerza combativa para destruir la independencia<br />

económica de la nación<br />

En corto tiempo logra el judío desplazar de ese campo de actividad a todo competidor. La<br />

resistencia y la penetración de los que tienen el buen sentido de hacer frente a la seductora actitud<br />

judía, resultan a la larga rotas por el terror. Enorme es el éxito de esta táctica.<br />

El judío destruye, efectivamente los fundamentos de la economía nacional, sirviéndose de la<br />

organización sindicalista, que podría ser bienhechora para la nación.<br />

Paralelamente avanza el desarrollo de la organización política. Opera en común con el<br />

movimiento sindicalista al hacer que éste se encargue de preparar a las masas y de inducirlas, por la<br />

fuerza, a ingresar en la actividad política, cuyo enorme aparato de organización es fomentado por la<br />

inagotable fuente financiera de la organización sindicalista que es el órgano de control de la<br />

actuación política del individuo y juega el papel de azuzador en los grandes mítines y<br />

manifestaciones. Finalmente la organización sindicalista deja de lado la cuestión económica y pone

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