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Adolfo Hitler - Mi Lucha

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millones y medio de soldados de admirable preparación y cuyos servicios a la patria fueron<br />

rechazados y correspondidos con vejámenes?¿Cómo, entonces formar soldados para un Estado que<br />

otrora vilipendiara y escupiera a los soldados más gloriosos, permitiendo que se les arrancasen del<br />

pecho sus condecoraciones y se les arrebatasen las cocardas, pisotearan sus banderas y denigrasen<br />

sus méritos? ¿Acaso dio jamás ese Estado paso alguno que tendiera a restaurar el honor mancillado<br />

del antiguo ejército sancionando a sus disociadores y detractores? ¡Ciertamente que no! Por el<br />

contrario, vemos hoy entronizados a esos elementos en los más altos puestos públicos.<br />

Analizando el problema de la conveniencia o inconveniencia de crear ligas voluntarias de<br />

defensa, no podría dejar de preguntarme: ¿Para qué se instruye a la juventud? ¿A que fin servira y<br />

en que momento deberá ser movilizada?<br />

Si el estado actual tuviese alguna vez que echar mano de reservas preparadas de esta manera,<br />

jamás lo haría en defensa de los intereses nacionales contra el enemigo externo, sino únicamente en<br />

servicio de los opresores de la nación en el momento en que estallase el furor del pueblo engañado,<br />

traicionado y vendido.<br />

Desde luego, ya por esa sola razón la S.A. no debía tener nada de parecido con una<br />

organización militar. Era simplemente un medio protector y educativo del movimiento<br />

nacionalsocialista y su cometido residía en un campo totalmente diferente al de las llamadas ligas<br />

de defensa. Tampoco debía constituir una organización secreta, porque el objetivo de las<br />

organizaciones secretas tiene que ser fatalmente contrario a la ley.<br />

Lo que nosotros, los nacionalsocialistas, necesitábamos y necesitaremos siempre, no son<br />

cien o doscientos conspiradores desalmados, sino cientos de miles de fanáticos adeptos, que<br />

luchen por nuestra ideología. Nuestra obra no ha de realizarse en conciliábulos, sino en<br />

imponentes demostraciones populares y tampoco valiéndose del puñal, el veneno, la pistola,<br />

sino conquistando en abierta lid el dominio de la calle. Tenemos que enseñarle al marxismo<br />

que el futuro dueño de la calle ha de ser el nacionalsocialismo, que un día será también el<br />

dueño del Estado.<br />

El peligro de las organizaciones secretas estriba también actualmente en el hecho de que sus<br />

miembros desconocen por completo la magnitud de su cometido y se hacen la idea de que la suerte<br />

de un pueblo podría realmente, tornarse favorable de súbito, gracias a la perpetración de un<br />

asesinato político. Tal criterio puede tener justificación histórica únicamente cuando un pueblo<br />

gime bajo la tiranía de algún opresor genial, del cual se sabe que sólo su personalidad extraordinaria<br />

la que garantiza la consistencia interior y la temeridad del régimen imperante.<br />

En los años de 1919 y 1920 existía el peligro de que miembros de organizaciones secretas,<br />

inspirándose en los grandes ejemplos de la Historia y hondamente conmovidos por la infinita<br />

desgracia nacional, intentaran vengarse de los corruptores de la patria, en la creencia de que así se<br />

pondría fin a la miseria del pueblo. Pero era absurdo semejante propósito, por la sencilla razón de<br />

que el marxismo no había triunfado gracias al genio superior y la significación personal de un solo<br />

individuo, sino más bien debido a la incalificable flaqueza moral y la cobarde inacción del mundo<br />

burgués. Al fin y al cabo, es todavía comprensible capitular ante un Robespierre, un Dantón o un<br />

Marat, pero siempre será vergonzoso someterse a un famélico Scheidemann, a un obeso Erzberger o<br />

un Friedrich Ebert y a otros minúsculos políticos. Vano hubiera sido eliminar a alguno de ellos,<br />

porque el resultado no habría hecho más que acelerar la entronización de otro no menos sanguinario<br />

y ávido que el antecesor.<br />

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