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Adolfo Hitler - Mi Lucha

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Entonces pudimos notar cómo la atemorizada población recobraba poco a poco su serenidad, se<br />

revestía de valor y hasta osaba saludarnos con aclamaciones. Por la noche, cuando nos dirigíamos a<br />

la estación, en muchos lugares del trayecto estalló, a nuestro paso, un júbilo espontáneo.<br />

Una vez en la estación, el personal ferroviario nos declaró inesperadamente que no conducía<br />

el tren. Comencé por hacer saber a algunos de los organizadores del sabotaje que, en tal caso,<br />

apresaría a cuanto pícaro cayese en mi poder y que el tren partiría manejado por nosotros mismos,<br />

sin descuidarnos, por cierto, de llevar en la locomotora, en el tender y en cada carro unas docenas<br />

de los famosos “camaradas de la solidaridad internacional”. Tampoco omití llamar la atención de<br />

esos señores sobre el hecho de que el viaje a cargo nuestro, significaría, naturalmente, una muy<br />

arriesgada empresa y no sería raro que todos resultásemos descalabrados, aunque nos consolaba<br />

pensar que, por lo menos, no nos solos iríamos al otro mundo sino, que en igualdad y<br />

confraternidad, nos acompañarían los señores comunistas.<br />

Ante mi actitud resuelta, el tren partío puntualmente y a la mañana siguiente llegamos a<br />

Munich sanos y salvos.<br />

La experiencia hecha en Coburgo nos había enseñado, pues, cuán útil era introducir el uso<br />

de un uniforme regular en la S.A., y esto, no sólo para fortalecer el espíritu de cuerpo, sin también<br />

para evitar confusiones y evitar el no poder reconocerse entre sí. Hasta entonces la S.A. había<br />

llevado únicamente un brazalete como distintivo; después vino el uso de la blusa y la conocida<br />

gorra.<br />

Otra experiencia adquirida en Coburgo, fue mostrarnos la necesidad que había de ir<br />

anulando sistemáticamente el terror rojo y restablecer la libertad de reunión en aquellos lugares<br />

donde, desde años atrás, se hacía imposible toda demostración de otros partidos.<br />

3º) La ocupación del ruhr por los franceses en los primeros meses de 1923 tuvo enorme<br />

trascendencia para el desarrollo de la S.A.<br />

Esta ocupación, que no nos vino de sorpresa, engendró la fundada esperanza de que, al fin,<br />

terminaría la política cobarde de las sumisiones y que, con ello las ligas de defensa asumirían un rol<br />

perfectamente definido. Tampoco la S.A., que ya por entonces abarcaba en su organización muchos<br />

miles de hombres jóvenes y fuertes, debía quedar privada de prestar su concurso a este servicio<br />

nacional. En la primavera y durante el verano de 1923, se operó la transformación de la S.A., en una<br />

organización militar de combate.<br />

La conclusión del año 1923 que a primera vista fue triste para Alemania, constituyó, sin<br />

embargo, considerada desde un elevado aspecto, una necesidad, puesto que en este año se acabó de<br />

una vez con aquella transformación militar de la S.A. perjudicial al movimiento e inutilizada por la<br />

actitud que asumió el Gobierno del Reich. Así surgió, para nuestro ideal nacionalsocialista la<br />

posibilidad de retornar un día al punto en que, anteriormente, habíamos tenido que dejar el<br />

verdadero camino.<br />

La NSDAP, constituida sobre bases nuevas, en 1925, tiene que reconstruir, educar y<br />

organizar su S.A. de acuerdo con los principios ya mencionados en el comienzo de este capítulo. La<br />

NSDAP, vuelve a sus sanas concepciones de antes y vuelve también a ver como tarea suprema, el<br />

propósito de crear con su S.A. un instrumento que refuerce y sostenga la lucha ideológica del<br />

movimiento.<br />

La NSDAP, no ha de tolerar que la S.A. descienda a la categoría de una liga de defensa, ni<br />

tampoco al nivel de una organización secreta; tiene que esforzarse, más bien, por hacer de ella una<br />

guardia de cien mil hombres del ideal nacionalsocialista y por lo tanto, del ideal racial en su sentido<br />

más hondo.

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