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Adolfo Hitler - Mi Lucha

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todas sus energías contra Francia ávida de supremacía, hasta que con la caída de Napoleón I pudo<br />

considerarse descartado el peligro de la hegemonía de esta potencia militar tan temible para<br />

Inglaterra.<br />

El cambio de frente de la política inglesa en contra de Alemania se operó paulatinamente<br />

debido, por una parte, a la circunstancia de que faltando una unidad nacional alemana, no existía<br />

desde luego un peligro evidente para Inglaterra, y por otra, al hecho de que la opinión pública de un<br />

país, convenientemente influenciada hacia un determinante propósito, sólo puede adaptarse poco a<br />

poco a los fines de una nueva política.<br />

Ya el resultado de la guerra franco-prusiana de 1870-1871, había definido la posición de<br />

Inglaterra. Sencillamente Alemania no supo aprovecharse de las fluctuaciones que en varias<br />

oportunidades sufriera la orientación inglesa a causa de la importancia económica que adquirían los<br />

Estados Unidos y el desarrollo del poderío ruso en Europa; y así fue acrecentándose cada vez más la<br />

tendencia primitiva de la política británica.<br />

Inglaterra veía en Alemania una potencia cuya significación comercial y con ella su posición<br />

en la política mundial –debido ante todo a su enorme industrialización- había aumentado en una<br />

medida tal, que ya podía nivelarse el poderío político y comercial de ambas naciones. La conquista<br />

“pacífico-económica” del mundo, considerada por nuestros gobernantes como la última palabra de<br />

la suprema sabiduría, fue para la política inglesa el punto de partida de la resistencia organizada en<br />

contra. El que esa resistencia se manifestara en forma de una acción amplia y sistemática, respondía<br />

plenamente al carácter de una política cuya finalidad no consistía en el mantenimiento de una paz<br />

mundial dudosa, sino en la consolidación de la hegemonía británica en el orbe. Asimismo<br />

respondía a su prudencia tradicional en el modo de apreciar la capacidad del adversario y el justo<br />

cálculo de la propia momentánea impotencia, el hecho de que Inglaterra buscara el concurso de<br />

todos los Estados que desde el punto de vista militar, podían ser convenientes a su política. Pero no<br />

es posible calificar de “inescrupulosa” esta conducta ya que el vasto preparativo que requiere una<br />

guerra no se juzga por aspectos contemplativos, sino por los de orden utilitario. Obra de la<br />

diplomacia de un pueblo es velar por que éste no sucumba por mero heroísmo, sino que sea<br />

conservado prácticamente. Todo medio que conduzca a esta finalidad ha de ser apropiado, y<br />

el no emplearlo deberá considerarse como una criminal omisión en el cumplimiento del deber.<br />

La revolución alemana de 1918, fue, para la política inglesa, el desahogo de la preocupación<br />

que la amenaza de una hegemonía germánica en el mundo, había creado contra la tranquilidad de la<br />

Gran Bretaña.<br />

A partir de ese momento Inglaterra tampoco tuvo ya interés en que Alemania desapareciese<br />

del mapa de Europa; por el contrario, el tremendo desastre alemán de aquellos días de noviembre de<br />

1918 colocó a la diplomacia inglesa frente a una nueva situación inesperada:<br />

¡Alemania vencida y Francia elevada a la categoría de la primera potencia continental<br />

de Europa!<br />

El aniquilamiento del poderío alemán no debía sino refluir en provecho de los enemigos de<br />

Inglaterra. Sin embargo, en el trascurso de noviembre de 1918 al verano de 1919 ya no era posible<br />

un nuevo cambio de frente de la política inglesa que en el curso de la larga guerra, pusiera tantas<br />

veces a prueba el fanatismo y las energías de la gran masa de su pueblo. Francia se había atribuido<br />

el derecho de obrar y podía imponer su voluntad. La única nación que en aquellos meses de<br />

negociaciones y de regateos hubiese podido determinar un cambio en aquel estado de cosas, era<br />

Alemania misma que sufría las convulsiones de la guerra civil y que por boca de sus<br />

pseudoestadistas, proclamaba una y mil veces hallarse dispuesta a aceptar cualquier dictado.

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