Adolfo Hitler - Mi Lucha
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Análogamente al procedimiento que se emplea con el muchacho, el Estado racista puede<br />
orientar la educación de la muchacha, partiendo de puntos de vista iguales. También en este caso<br />
tiene que recaer la atención ante todo sobre el entrenamiento físico; inmediatamente después,<br />
conviene fomentar las facultades morales y por último las intelectuales. La finalidad de la<br />
educación femenina es inmutablemente, moldear a la futura madre.<br />
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con qué frecuencia había motivo en la guerra para quejarse de que nuestro pueblo fuese tan<br />
poco capaz de guardar discreción. ¿Cuán difícil fue por esto substraer al conocimiento del enemigo<br />
secretos importantes?. Pero debemos preguntarnos, ¿qué hizo la educación alemana de la anteguerra<br />
para inculcar en el individuo la noción de la discreción y si se trató siquiera de presentarla como una<br />
varonil y valiosa virtud? Para el criterio de nuestros educadores actuales todo esto es sólo una<br />
bagatela, una bagatela sin embargo que le cuesta al Estado innumerables millones en concepto de<br />
gastos judiciales, ya que el 90 por 100 de todos los procesos por difamación o motivos análogos,<br />
proviene únicamente de la falta de discreción. Expresiones irresponsablemente lanzadas van de<br />
boca en boca con igual desparpajo; nuestra economía nacional sufre constantemente perjuicios,<br />
debido a imprudentes revelaciones sobre métodos especiales de fabricación, etc., a tal punto que,<br />
hasta los mismos preparativos secretos relacionados con la defensa del país, resultan ilusorios,<br />
porque sencillamente el pueblo no aprendió a guardar reserva, sino, más bien, a divulgarlo todo. Por<br />
cierto que en una guerra ese prurito de hablar puede conducir a la pérdida de batallas y a contribuir<br />
así notablemente al desenlace desfavorable de la contienda. También aquí se debe compartir la<br />
persecución de que aquello que no se ejercitó en la juventud mal puede saberse practicar en la vejez.<br />
Hoy en día, en la escuela, es igual a cero el desarrollo consciente de las buenas y nobles cualidades<br />
del carácter. En lo futuro, se impone darle a este aspecto toda la significación que merece. Lealtad,<br />
espíritu de sacrificio y discreción son virtudes indispensables a un gran pueblo; virtudes cuya<br />
enseñanza y cultivo, en la escuela, tienen más importancia que muchas de las asignaturas que llenan<br />
los programas escolares.<br />
El Estado racista, en consecuencia, al lado del trabajo de entrenamiento corporal debe dar,<br />
dentro de su labor educativa, una máxima significación a la formación del carácter. Numerosos<br />
defectos morales que en la actualidad pesan sobre nuestro pueblo, podrían ser, si no extirpados<br />
completamente, por lo menos atenuados en gran parte, gracias a las ventajas de un sistema de<br />
educación bien orientado.<br />
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Todos nos hemos lamentado a menudo de que en aquellos funestos tiempos de noviembre y<br />
diciembre de 1918, todas las autoridades hubieran claudicado y de que, desde el monarca al último<br />
divisionario ya nadie tuviese la entereza de obrar por propia iniciativa. También este terrible hecho<br />
fue el resultado de nuestra educación, pues, en esta catástrofe, no hizo más que revelarse, en una<br />
medida desfigurada hasta la enormidad, aquella falla que, en pequeño, era común a todos. Esa falta<br />
de voluntad y no precisamente la carencia de armas, es lo que hoy nos hace incapaces de una<br />
resistencia verdadera. Tal defecto está arraigado en el alma de nuestro pueblo, oponiéndose a toda<br />
decisión que entrañe un riesgo y como si lo magno de una acción no se manifestase justamente en la<br />
osadía. Sin darse cuenta, un general alemán encontró la fórmula clásica para definir semejante<br />
ausencia de voluntad: “Yo acostumbro a obrar –decía- sólo cuando cuento con 51 por 100 de<br />
probabilidades de éxito”. Aquí, en estos “51 por 100” radica la causa del trágico desastre alemán.<br />
Aquél que exige previamente del destino la garantía del éxito, renuncia desde luego al mérito de<br />
una acción heroica, ya que ésta estriba precisamente en la persuasión de que, ante el peligro fatal de<br />
una situación dada, se opta por el paso que quizás pudiera resultar salvador.