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Adolfo Hitler - Mi Lucha

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aun de golpe, un centenar; por otra parte, es instintiva la antipatía que siente la masa por el genio<br />

eminente. Más probable es que un camello se deslice por el ojo de una aguja que no que un gran<br />

hombre resulte “descubierto” por virtud de una elección popular. Todo lo que de veras sobresale de<br />

lo común en la historia de los pueblos suele generalmente revelarse por sí mismo.<br />

Dejando a un lado la cuestión de la genialidad de los representantes del pueblo, considérese<br />

simplemente el carácter complejo de los problemas pendientes de solución, aparte de los ramos<br />

diferentes de actividad en que deben adoptarse decisiones, y se comprenderá entonces la<br />

incapacidad de un sistema de gobierno que pone la facultad de la decisión final en manos de una<br />

asamblea, de entre cuyos componentes sólo muy pocos poseen los conocimientos y la experiencia<br />

requeridas en los asuntos que han de tratarse. Y es así cómo las más importantes medidas en materia<br />

económica resultan sometidas a un forum cuyos miembros en sus nueve décimas partes carecen de<br />

la preparación necesaria. Lo mismo ocurre con otros problemas, dejando siempre la decisión en<br />

manos de una mayoría compuesta de ignorantes e incapaces. De ahí proviene también la ligereza<br />

con que frecuentemente estos señores deliberan y resuelven cuestiones que serían motivo de honda<br />

reflexión aun para los más esclarecidos talentos. Allí se adoptan medidas de enorme trascendencia<br />

para el futuro de un Estado como si no se tratase de los destinos de toda una nacionalidad sino<br />

solamente de una partida de naipes, que es lo que resultaría más propio entre tales políticos. Sería<br />

naturalmente injusto creer que todo diputado de un parlamento semejante se halla dotado de tan<br />

escasa noción de responsabilidad. No. De ningún modo. Pero es el caso que aquel sistema, forzando<br />

al individuo a ocuparse de cuestiones que no conoce, lo corrompe paulatinamente. Nadie tiene allí<br />

el coraje de decir: “Señores, creo que no entendemos nada de este asunto; yo a lo menos no tengo<br />

idea en absoluto”. Esta actitud tampoco modificaría nada porque, aparte de que una prueba tal de<br />

sinceridad quedaría totalmente incomprendida, no por un tonto honrado se resignarían los demás a<br />

sacrificar su juego.<br />

El parlamentarismo democrático de hoy no tiende a constituir una asamblea de sabios, sino a<br />

reclutar más bien una multitud de nulidades intelectuales, tanto más fáciles de manejar cuanto<br />

mayor sea la limitación mental de cada uno de ellos. Sólo así puede hacerse política partidista en el<br />

sentido malo de la expresión y sólo así también consiguen los verdaderos agitadores permanecer<br />

cautelosamente en la retaguardia, sin que jamás pueda exigirse de ellos una responsabilidad<br />

personal. Ninguna medida, por perniciosa que fuese para el país, pesará entonces sobre la conducta<br />

de un bribón conocido por todos, sino sobre la de toda una fracción parlamentaria. He aquí porque<br />

esta forma de la Democracia llegó a convertirse también en el instrumento de aquella raza, cuyos<br />

íntimos propósitos, ahora y por siempre, temerán mostrarse a la luz del día. Sólo el judio puede<br />

ensalzar una institución que es sucia y falaz como él mismo.<br />

En oposición a ese parlamentarismo democrático está la genuina democracia germánica de<br />

la libre elección del Führer, que se obliga a asumir toda la responsabilidad de sus actos. Una<br />

democracia tal no supone el voto de la mayoría para resolver cada cuestión en particular, sino<br />

llanamente la voluntad de uno solo, dispuesto a responder de sus decisiones con su propia vida y<br />

hacienda.<br />

Si se hiciese la objeción de que bajo tales condiciones difícilmente podrá hallarse al hombre<br />

resuelto a sacrificarlo personalmente todo en pro de una tan arriesgada empresa, habría que<br />

responder: “Dios sea loado, que el verdadero sentido de una democracia germánica radica<br />

justamente en el hecho de que no pueda llegar al gobierno de sus conciudadanos, por medios<br />

vedados, cualquier indigno arrivista o emboscado moral, sino que la magnitud misma de la<br />

responsabilidad a asumir, amedrenta a ineptos y pusilánimes”.<br />

Y si no obstante todo esto, un individuo de tales características intentase deslizarse, podrá<br />

fácilmente ser identificado y apostrofado sin consideración: “Apártate, cobarde, que tus pies no<br />

profanen las gradas del frontispicio del Panteón de la Historia, destinado a héroes y no a mojigatos”.

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