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Adolfo Hitler - Mi Lucha

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Una concepción ideológica saturada de un infernal espíritu intolerante, podrá ser rota<br />

solamente por una idea que, siendo pura en principio y verídica en absoluto, esté impulsada por el<br />

mismo espíritu de intolerancia y sostenida por una voluntad no menos fuerte que la que anima a<br />

aquélla.<br />

Los partidos políticos se prestan a compromisos; las concepciones ideológicas jamás.<br />

Los partidos políticos cuentan con competidores; las concepciones ideológicas suponen y<br />

proclaman su infalibilidad.<br />

Una concepción ideológica llevará sus principios al triunfo, sólo cuando en las filas de sus<br />

adeptos reúna a los elementos de más entereza y de mayor fuerza de acción de su época y de su<br />

pueblo, haciendo de ellos la falange de una organización apta para la lucha. Pero para esto es<br />

necesario que esta concepción ideológica –tomando en cuenta a estos elementos, puntualice en su<br />

mundo general de ideas, ciertos postulados que, por su precisión y presentados en una forma<br />

apropiada, puedan servir de credo a la nueva comunidad humana. <strong>Mi</strong>entras que el programa de un<br />

partido netamente político no es más que una receta para el buen resultado de las próximas<br />

elecciones, el programa de una concepción ideológica representa la fórmula de una declaración de<br />

guerra contra el orden establecido, contra el estado de cosas existente, en fin, contra el criterio<br />

dominante de la época.<br />

No se requiere que individualmente cada uno de los que luchan por esta ideología esté al<br />

corriente y conozca exactamente el pensar íntimo y las reflexiones políticas de los dirigentes del<br />

movimiento. Así como en la práctica tendría poca eficacia un ejército donde cada soldado fuese un<br />

general, no precisamente por su rango, sino por poseer la misma instrucción y la misma penetración<br />

que el jefe, así también no triunfará un movimiento político, representante de toda una ideología, si<br />

es que no aspira a ser otra cosa que un mero receptáculo de “geniales”. No. Este movimiento<br />

necesita también indispensablemente del concurso del soldado raso, sin el cual no es posible<br />

mantener la cohesión de la disciplina interior.<br />

Es peculiar al carácter de una organización, que ésta sólo pueda subsistir, cuando una<br />

jefatura inteligente tenga a su disposición un vasto sector de la masa, de orientación más<br />

sentimental que racional. Sería más difícil, a la larga, disciplinar una compañía de 200 hombres,<br />

todos igualmente capacitados e inteligentes, que otra que cuente con 190 elementos de mentalidad<br />

inferior a la de los 10 restantes, mejor instruidos.<br />

La socialdemocracia supo sacar de esa conclusión un máximo provecho. También su<br />

organización abarca un ejército de oficiales y soldados. El artesano alemán, licenciado del servicio<br />

militar, pasó a ser su soldado y el intelectual judío a ser el oficial.<br />

Eso que nuestra burguesía solía observar con asombro, es decir, el hecho de que sólo las<br />

llamadas multitudes ignaras eran partidarias del marxismo, fue en realidad la condición básica que<br />

le aseguró a éste el triunfo. En efecto, mientras los partidos burgueses con su intelectualismo<br />

estratificado, representaban un conjunto indisciplinado y nulo, el marxismo formó de su material<br />

humano poco inteligente, un ejército de soldados políticos, que seguían al dirigente judío con la<br />

misma ciega obediencia que otrora a su oficial alemán en el ejército del Reich.<br />

Jamás se quiso comprender que la potencialidad de un partido político no reside en la<br />

inteligencia ni en la independencia espiritual de cada uno de sus miembros, sino más bien en<br />

la obediencia disciplinada con que ellos se subordinan a sus dirigentes. Lo decisivo es la<br />

capacidad personificada en la jefatura misma. Quiere esto decir, por consiguiente, que para<br />

llevar a la victoria una ideología, se impone previamente la transformación de ésta en un<br />

movimiento de lucha, cuyo programa deberá lógicamente tener muy en cuenta el material humano<br />

de que dispone.

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