Adolfo Hitler - Mi Lucha
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Nosotros los nacionalsocialistas, tenemos que establecer una diferencia rigurosa entre el<br />
Estado, como recipiente y la raza como su contenido. El recipiente tiene su razón de ser sólo cuando<br />
es capaz de abarcar y proteger el contenido; de lo contrario, carece de valor.<br />
El fin supremo de un Estado racista, consiste en velar por la conservación de aquellos<br />
elementos raciales de origen que, como factores de cultura, fueron capaces de crear lo bello y<br />
lo digno inherente a una sociedad humana superior. Nosotros, como arios, entendemos el<br />
Estado como el organismo viviente de un pueblo que no sólo garantiza la conservación de éste,<br />
sino que lo conduce al goce de una máxima libertad, impulsando el desarrollo de sus<br />
facultades morales e intelectuales.<br />
Aquello que hoy trata de imponérsenos como Estado, generalmente no es más que el<br />
monstruoso producto de un hondo desvarío humano que tiene por consecuencia una indecible<br />
miseria.<br />
Nosotros los nacionalsocialistas, sabemos que, debido a este modo de pensar, estamos<br />
colocados en el mundo actual en un plano revolucionario y llevamos, por tanto, el sello de esta<br />
revolución. Mas, nuestro criterio y nuestra manera de actuar, no deben depender, en caso alguno,<br />
del aplauso o de la crítica de nuestros contemporáneos, sino, simplemente, de la firme adhesión a la<br />
verdad, de la cual estamos persuadidos. Sólo así podremos mantener el convencimiento de que la<br />
visión más clara de la posteridad no solamente comprenderá nuestro proceder de hoy, sino que<br />
también reconocerá que fue justo, y lo ennoblecerá.<br />
Si nos preguntásemos cómo debería estar constituido el Estado que nosotros necesitamos,<br />
tendríamos que precisar, ante todo, la clase de hombres que ha de abarcar y cual es el fin al que<br />
debe servir.<br />
Desgraciadamente nuestra nacionalidad ya no descansa sobre un núcleo racial homogéneo.<br />
El proceso de la fusión de los diferentes componentes étnicos originarios, no está tampoco tan<br />
avanzado como para poder hablar de una nueva raza resultante de él. Por el contrario, los sucesivos<br />
envenenamientos sanguíneos que sufrió el organismo nacional alemán, en particular a partir de la<br />
guerra de los Treinta años, vinieron a alterar la homogeneidad de nuestra sangre y también de<br />
nuestro carácter. Las fronteras abiertas de nuestra patria al contacto de pueblos vecinos no<br />
germanos, a lo largo de las zonas fronterizas, y ante todo el infiltramiento directo de sangre extraña<br />
en el interior del Reich, no dan margen, debido a su continuidad, a la realización de una fusión<br />
completa.<br />
Al pueblo alemán le falta aquel firme instinto gregario que radica en la homogeneidad de la<br />
sangre y que en los trances de peligro inminente salvaguarda a las naciones de la ruina. El hecho de<br />
la inexistencia de una nacionalidad, sanguíneamente homogénea nos ha ocasionado daños<br />
dolorosos. Dio ciudades residenciales a muchos pequeños potentados, pero al pueblo mismo le<br />
arrebató en su conjunto el derecho señorial.<br />
Significa una bendición el que gracias a esa incompleta promiscuidad, poseamos todavía en<br />
nuestro organismo nacional grandes reservas del elemento nórdico germano de sangre<br />
incontaminada, y que podamos considerarlo como el tesoro más valioso de nuestro futuro.<br />
El Reich alemán, como Estado, tiene que abarcar a todos los alemanes e imponerse la<br />
misión, son sólo de cohesionar y de conservar las reservas más preciadas de los elementos<br />
raciales originarios de este pueblo, sino también, la de conducirlos, lenta y firmemente, a una<br />
posición predominante.<br />
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