Adolfo Hitler - Mi Lucha
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A principios del año 1920 induje a organizar el primer mitin. El presidente del partido, señor<br />
Harrer, creía no poder apoyar mi iniciativa en cuanto al momento elegido y se decidió en<br />
consecuencia, como hombre correcto y honrado, a dejar la presidencia. Antón Drexler fue el<br />
sucesor; yo personalmente me había reservado la organización de la propaganda, poniéndome<br />
resueltamente a la obra.<br />
Para el 4 de febrero de aquel año quedó fijada la fecha de realización de la primera gran<br />
asamblea popular de nuestro movimiento, todavía casi desconocido hasta entonces. Los<br />
preparativos los dirigí yo mismo.<br />
El rojo fue el color elegido; era el más provocador y el que naturalmente más debía indignar<br />
e irritar a nuestros detractores, haciéndonos ante ellos inconfundibles por otra razón.<br />
A las 07:30 de la noche debía inaugurarse la asamblea. Quince minutos antes ingresé en la<br />
sala de la “Hofbräuhaus”, situada en la Plaza de Munich. <strong>Mi</strong> corazón saltaba de alegría, pues el<br />
enorme local se hallaba materialmente repleto de gente en un número mayor a 2.000 personas. Más<br />
de la mitad de la sala parecía hallarse ocupada por comunistas y elementos independientes.<br />
Tomé la palabra a continuación del primer orador. Pocos minutos más tarde menudeaban las<br />
interrupciones; en el fondo de la sala se producían escenas violentas. Un grupo de mis fieles<br />
camaradas de la guerra y otros pocos adeptos más, se enfrentaron con los perturbadores y sólo<br />
paulatinamente pudo restablecerse el orden. Seguí hablando. Media hora después, los aplausos<br />
comenzaron a imponerse a los gritos y exclamaciones airadas, y, finalmente, cuando exponía los 25<br />
puntos de nuestro programa, me hallaba frente a una sala atestada de individuos unidos por una<br />
nueva convicción, por una nueva fe y por una nueva voluntad. Quedó encendido el fuego cuyas<br />
llamas forjarán un día la espada que le devuelva la libertad al Sigfrido germánico y restaure la vida<br />
de la nación alemana.<br />
Y junto al resurgimiento que veía venir, se levantaba inexorable, contra el perjurio del 9 de<br />
noviembre de 1918, la diosa de la venganza.<br />
Lentamente fue vaciándose la sala.<br />
El movimiento tomaba su curso.