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Adolfo Hitler - Mi Lucha

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aleccionadas, ora por la diosa cruel de la miseria, ora por la antorcha de la palabra lanzada en el<br />

seno de las masas – pero jamás por el almíbar de literatos estetas y héroes de salón.<br />

Únicamente un huracán de pasiones ardientes puede cambiar el destino de los pueblos; más<br />

despertar pasión es sólo atributo de quien en sí mismo siente el fuego pasional.<br />

Que cada escritor quede junto a su tintero ocupado de “teorías” si su saber y su talento le<br />

bastan para eso: que para Führer ni nació, ni fue elegido.<br />

*<br />

* *<br />

La grave controversia que el movimiento pangermanista tuvo que sostener con la iglesia<br />

católica, no respondía a otra causa que a falta de comprensión del carácter anímico del pueblo.<br />

El establecimiento de parroquias checas, fue sólo uno de los muchos recursos puestos en<br />

práctica hacia el objetivo de la eslavización general de Austria. En distritos netamente alemanes se<br />

impusieron curas checos que comenzaron por subordinar los intereses de la iglesia a los de la<br />

nacionalidad checa, convirtiéndose así en células generadoras del proceso de la desgermanización<br />

austriaca.<br />

Desgraciadamente la reacción de la clerecía alemana ante semejante proceder resultó casi<br />

nula, de suerte que el germanismo fue desalojado lenta pero persistentemente gracias al abuso de la<br />

influencia religiosa, por una parte, y debido a la insuficiente resistencia, por otra.<br />

La impresión general no podía ser otra que la de tratarse de una brutal violación de los<br />

derechos alemanes por parte de la clerecía católica como tal. Parecía, pues, que la Iglesia no<br />

solamente era indiferente al sentir de la nacionalidad germana en Austria, sino que, injustamente,<br />

llegaba a colocarse al lado de sus adversarios. Como decía Schoenerer, el mal tenía su raíz en el<br />

hecho de que la cabeza de la iglesia católica se hallaba fuera de Alemania, lo cual, desde luego,<br />

motivaba una marcada hostilidad contra los intereses de la nacionalidad nuestra.<br />

Georg Schoenerer no era hombre que hiciera las cosas a medias. Había asumido la lucha<br />

contra la Iglesia con el íntimo convencimiento de que sólo así se podía salvar la suerte del puebo<br />

alemán en Austria. El movimiento separatista contra Roma (Los-von-Rom Bewegung) tenía la<br />

apariencia de ser el más poderoso, pero a su vez el más difícil procedimiento de ataque destinado a<br />

vencer la resistencia del adversario.<br />

Si la campaña resultaba victoriosa, entonces habría tocado también a su fin la infeliz<br />

división religiosa existente en Alemania y así habría ganado enormemente en fuerza interior la<br />

nacionalidad alemana.<br />

Pero ni la premisa ni la conclusión de esa lucha estaban en lo cierto.<br />

<strong>Mi</strong>entras el sacerdote checo adoptaba una posición subjetiva con respecto a su pueblo y<br />

objetiva frente a la Iglesia, el sacerdote alemán se subordinaba subjetivamente a la Iglesia y<br />

permanecía objetivo desde el punto de vista de su nacionalidad; un fenómeno que podemos<br />

observar por desgracia en miles de otros casos. No se trata aquí de una herencia exclusivamente<br />

propia del catolicismo, sino de un mal que entre nosotros es capaz de corroer en poco tiempo casi<br />

toda institución estatal o del concepción idealista.<br />

Comparemos, por ejemplo, la conducta observada por nuestros funcionarios del Estado<br />

frente al propósito de un resurgimiento nacional, con la actitud que asumirían en un caso semejante<br />

iguales elementos de otro país. ¿Y qué norma nos ofrece el criterio que hoy sustentan católicos y

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