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Adolfo Hitler - Mi Lucha

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embargo hay que buscar también la razón de ese estado de cosas en el hecho de que las ciudades<br />

actuales son insignificantes y pobres en todo lo que a la cultura general se refiere. Esas ciudades no<br />

son otra cosa que un hacinamiento de enormes bloques de viviendas de alquiler, y nadie podrá<br />

sentir cariño por una ciudad que no ofrece un mayor atractivo que otra similar, carente de toda nota<br />

propia y en la cual se prescindió de todo cuanto representa arte.<br />

El análisis de la vida religiosa en Alemania antes de la guerra, da la medida del<br />

disgregamiento general que reinaba. Hacía tiempo que también en este aspecto grandes sectores de<br />

la opinión nacional carecían de una convicción unitaria e ideológicamente eficiente. No juega un rol<br />

tan negativo el que se desliga oficialmente de su religión, como aquel otro que es totalmente<br />

indiferente. <strong>Mi</strong>entras nuestras dos confesiones cristianas (la católica y la evangélica) mantienen<br />

misiones en Asia y Africa, con el objeto de ganar nuevos prosélitos, esto es, empeñados en una<br />

actividad de modestos resultados frente a los progresos que realiza allá el mahometismo, pierden en<br />

Europa mismo millones y millones de adeptos convencidos, los cuales se hacen en absoluto<br />

indiferentes a la vida religiosa, o van por su propio camino. Sobre todo desde el punto de vista<br />

moral, son muy poco favorables las consecuencias.<br />

Merece remarcarse también la lucha cada vez más violenta contra los fundamentos<br />

dogmáticos de las respectivas confesiones, fundamentos sin los cuales sería inconcebible la<br />

conservación práctica de una fe religiosa en este mundo humano. La gran masa de un pueblo no se<br />

compone de filósofos y es principalmente para las masas para quienes la fe constituye la única base<br />

de una ideología moral. Los diversos sustitutos no han probado su eficiencia ni su conveniencia,<br />

para que se hubiera podido ver en ellos una provechosa compensación de las creencias religiosas<br />

existentes. Para que la doctrina religiosa y la fe puedan realmente abarcar las grandes capas<br />

sociales, es necesario que la autoridad absoluta que fluye del fondo de esa fe, sea el fundamento de<br />

su eficiencia. Lo que para la vida general significan las costumbres, sin las cuales sólo cientos de<br />

miles de hombres de nivel intelectual superior vivirían racionalmente, mientras otros millones no -<br />

lo representan les leyes para el Estado y los dogmas para las religiones.<br />

Sólo mediante los dogmas, la concepción puramente espiritual, vacilante y de interpretación<br />

infinitamente variable, llega a precisarse y adquirir una forma concreta, sin la cual jamás podría<br />

convertirse en fe. Lo contrario significaría que la idea no es susceptible de ser jamás exaltada por<br />

encima de una concepción metafísica, o mejor, por encima de una opinión filosófica. Por eso la<br />

acometida dirigida contra los dogmas se asemeja mucho a la lucha contra los fundamentos legales<br />

del Estado; y del mismo modo que esta lucha acabaría en una anarquía estatal completa, la acción<br />

antidogmática tendría por resultado un nihilismo religioso, carente de todo valor.<br />

Para el político, la apreciación del valor de una religión debe regirse menos por las<br />

deficiencias quizá innatas en ella, que por la bondad cualitativa de un substituto doctrinal<br />

visiblemente mejor. Pero mientras no se haya encontrado un tal substituto, sólo los locos y los<br />

criminales podrían atreverse a demoler lo existente.<br />

Las peores anomalías, sin embargo, provienen del abuso de la convicción religiosa con fines<br />

políticos. Si la vida religiosa en Alemania antes de la guerra, había adquirido para muchos un sabor<br />

desagradable, no se debía esto a otra cosa más que al abuso cometido con el cristianismo por un<br />

partido político llamado "cristiano" y por el descaro con que se trató de identificar la religión<br />

católica con un partido también político.<br />

Esta funesta suplantación procuró mandatos parlamentarios a una serie de inútiles, en tanto<br />

que a la Iglesia no le trajo consigo sino daños.<br />

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