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Adolfo Hitler - Mi Lucha

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aparte de que una tentativa tal, supondría la intervención de un Talleyrand que no poseemos.<br />

Además, los tiempos han cambiado desde el Congreso de Viena: ya no son los príncipes y sus<br />

“maîtresses” los que hoy regatean fronteras: es el inexorable judío cosmopolita el que ahora<br />

lucha para imponer su hegemonía sobre los pueblos.<br />

Las fronteras del año 1914 no tienen valor alguno para el futuro de la nación alemana. No<br />

fueron una garantía en el pasado, ni tampoco constituirían una fuerza para el porvenir. A base de<br />

ellas, el pueblo alemán no podrá recobrar su unidad interior y menos todavía asegurar sus<br />

subsistencia; fuera de esto, aquellas fronteras, consideradas desde el punto de vista militar, no<br />

aparecen convenientes ni siquiera satisfactorias y no lograrían, finalmente, mejorar la situación en<br />

que actualmente nos encontramos frente a las demás potencias, es decir, las verdaderas potencias<br />

mundiales. La ventaja que nos lleva Inglaterra no disminuiría, tampoco llegaríamos a la<br />

potencialidad de los Estados Unidos, ni sufriría menoscabo notable la importancia política de<br />

Francia en el mundo.<br />

Sólo una cosa sería evidente: El intento de restaurar las fronteras de 1914 conduciría –aun en<br />

caso favorable- a un desangramiento tal de nuestro pueblo, que en el momento preciso de adoptar<br />

resoluciones y realizar hechos que tendiesen a asegurar realmente la vida y el porvenir de la nación,<br />

ya no se dispondría de ninguna reserva valiosa. Por el contrario, en medio de la embriaguez de un<br />

éxito superficial, se renunciaría a toda finalidad posterior ante la satisfacción de haber reparado el<br />

honor nacional y abierto algunas puertas al desarrollo comercial, por lo menos durante cierto<br />

tiempo.<br />

Frente a todo esto, nosotros, los nacionalsocialistas, tenemos que sostener<br />

inquebrantablemente nuestro objetivo de política exterior, que es asegurar al pueblo alemán el<br />

suelo que en el mundo le corresponde. Y esta es la única acción que ante Dios y nuestra<br />

posteridad alemana puede justificar un sacrificio de sangre; ante Dios, porque sobre la tierra hemos<br />

sido puestos con la misión de la lucha eterna por el pan cotidiano; ante nuestra posteridad, porque<br />

no se vertirá la sangre de un solo ciudadano sin que este sacrificio signifique la vida de otros mil<br />

ciudadanos de la Alemania futura.<br />

Ningún pueblo sobre la tierra, posee ni un solo metro cuadrado de terreno en virtud de una<br />

voluntad o de un derecho superior. Las fronteras de los Estados las crean los hombres y son<br />

ellos mismos los que las modifican.<br />

El hecho de que un pueblo llegue a apoderarse de una extensión territorial excesiva, no<br />

supone el reconocimiento perpetuo sobre la misma. Ello pone, a lo sumo, en evidencia la fuerza de<br />

los conquistadores y la impotencia de los conquistados. Y solo en esta fuerza reside el derecho de<br />

posesión. Del mismo modo que nuestros antepasados no recibieron como don del cielo el suelo<br />

sobre el cual vivimos, sino que lo ganaron con riesgo de su vida, así también no será por concesión<br />

graciosa por lo que nuestro pueblo obtenga, en el futuro, el suelo y con él, la seguridad de su<br />

subsistencia; sino únicamente por obra de una espada victoriosa.<br />

A pesar de que también nosotros reconocemos la necesidad de llegar a un arreglo con<br />

Francia, todo sería inútil, en principio, si el objetivo de nuestra política exterior debiese quedar<br />

colmado con esa avenencia. Ella tendrá su razón de ser, solamente si ofrece un apoyo para el<br />

ensanchamiento territorial de la nación alemana en Europa. Pues no es en la posesión de dominios<br />

coloniales en lo que debemos ver la solución de este problema, sino exclusivamente en la<br />

adquisición de una zona de territorio que aumente la extensión de la madre patria, proporcionando,<br />

de este modo, a los nuevos pobladores, no sólo la posibilidad de mantener una comunidad íntima<br />

con esta patria de origen, sino también de asegurar al conjunto, las ventajas resultantes de la fusión<br />

territorial.<br />

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