Adolfo Hitler - Mi Lucha
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SEGUNDA PARTE<br />
CAPÍTULO ONCE<br />
Propaganda y organización<br />
Inmediatamente después de haber ingresado en el partido obrero alemán, tomé a mi cargo la<br />
dirección de la propaganda. Consideraba este ramo como el más importante del momento. La<br />
propaganda debía preceder a la organización y ganar a favor de ésta el material humano necesario a<br />
su actividad. Siempre fui enemigo de métodos de organización precipitados y pedantes, porque<br />
generalmente el resultado no es otro que un mecanismo muerto.<br />
Por dicha razón, conviene más difundir previamente una idea mediante la propaganda<br />
dirigida desde una central durante un cierto tiempo y luego examinar el material humano<br />
paulatinamente reclutado, estudiándolo cuidadosamente a fin de seleccionar a los más capacitados<br />
para dirigentes. No será raro observar de esta manera, que algunos de los elementos aparentemente<br />
insignificantes, merecen considerarse como hombres que reúnen condiciones para Führer.<br />
Sería totalmente erróneo querer encontrar en el acopio de conocimientos teóricos, las<br />
pruebas características de aptitud y competencia inherentes a la condición de Führer.<br />
Con frecuencia ocurre lo contrario.<br />
Los grandes teorizantes, sólo muy raramente son también grandes organizadores, y esto<br />
porque el mérito del teorizante y del programático reside, en primer término, en el conocimiento y<br />
definición de leyes exactas de índole abstracta, en tanto que el organizador tendrá que ser ante todo<br />
un psicólogo.<br />
Más raro todavía es el caso de que un gran teorizante sea al mismo tiempo un gran Führer.<br />
Para ello tiene más capacidad el agitador –y se explica-, aunque esta verdad la oigan con desagrado<br />
muchos de los que se consagran con exclusividad a especulaciones científicas. Un agitador, capaz<br />
de difundir una idea en el seno de las masas, será siempre un psicólogo, aun en el caso de que no<br />
fuese sino un demagogo. En todo caso, el agitador podrá resultar un mejor Führer que un teorizante<br />
abstraído del mundo y extraño a los hombres. Porque conducir significa: saber mover<br />
muchedumbres.<br />
El don de conformar ideas, nada tiene de común con la capacidad propia del Führer. Obvio<br />
sería discutir qué es lo que tiene mayor importancia: ¿o concebir ideales y plantear finalidades de la<br />
humanidad o realizarlas? Como pasa a menudo en la vida, también en este caso, lo uno y lo otro. La<br />
más bella concepción teórica quedará sin objetivo ni valor práctico alguno si falta el Führer que<br />
mueva las masas en aquel sentido. E inversamente ¿de qué serviría la genialidad del Führer y todo<br />
su empuje, si el teorizante ingenioso no precisase de antemano los fines de la lucha humana? Pero<br />
lo más raro, en este planeta, es hallar encarnados en una misma persona, al teorizante, al<br />
organizador y al Führer. Esta conjunción, es la que revela al hombre grande.<br />
*<br />
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