Adolfo Hitler - Mi Lucha
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mismo no cae en la fina red de la francmasonería; para reducirlo sería menester valerse de recursos<br />
más torpes, pero no por eso menos eficaces.<br />
Junto a la francmasonería está la prensa como una segunda arma al servicio del judaísmo.<br />
Con rara perseverancia y suma habilidad sabe el judío apoderarse de la prensa, mediante cuya ayuda<br />
comienza paulatinamente a cercar y a sofisticar, a manejar y a mover el conjunto de la vida pública,<br />
porque él está en condiciones de crear y de dirigir aquel poder que bajo la denominación de<br />
“opinión pública” se conoce hoy mejor que hace algunos decenios.<br />
<strong>Mi</strong>entras el judío parece desbordarse en el ansia de “luces”, de “progresos”, de “libertades”,<br />
de “humanidad”, etc., practica íntimamente un estricto exclusivismo de su raza. Si bien es cierto<br />
que a menudo fomenta el matrimonio de judías con cristianos influyentes, sabe en cambio mantener<br />
pura su descendencia masculina. Envenena la sangre de otros, en tanto que conserva incontaminada<br />
la suya propia. Rara vez el judío se casa con una cristiana, pero si el cristiano con una judía. Los<br />
bastardos de tales uniones tienen siempre del lado judío. Esta es la razón por la cual, ante todo una<br />
parte de la alta nobleza, está degenerando completamente. Esto lo sabe el judío muy bien y practica<br />
por eso sistemáticamente este modo de “desarmar” a la clase dirigente de sus adversarios de raza.<br />
Para disimular sus manejos y adormecer a sus víctimas no cesa de hablar de la igualdad de todos los<br />
hombres, sin diferencia de raza ni color. Los imbéciles se dejan persuadir.<br />
La etapa final de este desarrollo significa la victoria de la democracia o como el judío lo<br />
interpreta: la hegemonía del parlamentarismo<br />
*<br />
* *<br />
El enorme desarrollo económico conduce a una modificación de las clases sociales. Es<br />
manifiesta la proletarización del artesano, porque debido a que las pequeñas industrias manuales<br />
van desapareciendo paulatinamente se le hace cada vez más difícil la posibilidad de asegurarse un<br />
medio de vida independiente. Surge el tipo del “obrero de fábrica”, cuya característica esencial es la<br />
de que prácticamente no es capaz de llegar en el ocaso de su vida a contar con una existencia<br />
propia; es un desheredado en el sentido más lato de la palabra y sus últimos días son un tormento.<br />
Ya se presentó en otra época una situación parecida que exigía imperiosamente solución, y<br />
ésta fue encontrada. A la clase de los campesinos y artesanos había venido a sumarse la de los<br />
empleados, particularmente los del Estado. También estos eran unos desheredados en el verdadero<br />
sentido de la palabra. El Estado encontró, a la postre, un remedio contra tan insana situación<br />
instituyendo el sistema de las pensiones o sea el pago de sueldos en el retiro. Poco a poco siguieron<br />
el ejemplo del Estado las empresas particulares, de tal modo que hoy casi todos los empleados<br />
regulares de ocupación no manual, cuentan con una pensión, naturalmente, siempre que la empresa<br />
respectiva hubiese adquirido o sobrepasado un cierto grado de desarrollo. Y fue precisamente la<br />
garantía para la vejez que ofrecía el Estado a sus servidores, la que pudo fomentar en el funcionario<br />
alemán aquella desinteresada lealtad profesional que, antes de la guerra, constituyera una de las<br />
mejores cualidades de la organización administrativa en Alemania.<br />
Obrando inteligentemente, fue posible arrancar de la miseria social a toda una clase<br />
desposeída de fortuna, para después engranarla, en el conjunto de la vida nacional.<br />
El mismo problema, pero esta vez en proporciones mucho mayores, se le había vuelto a<br />
presentar al Estado y a la nación. <strong>Mi</strong>llones de gentes emigraban del campo a las grandes ciudades<br />
para ganarse el sustento diario como obreros de fábrica en las industrias de reciente creación.<br />
<strong>Mi</strong>entras la burguesía no se preocupa de problema tan trascendental y ve con indiferencia el<br />
curso de las cosas, el judío se percata de las ilimitadas perspectivas que allí se le brindan para el<br />
futuro y, organizando por un lado, con absoluta consecuencia, los métodos capitalistas de la