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Adolfo Hitler - Mi Lucha

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Dos camiones, que hice alquilar, fueron decorados de rojo y provistos de algunas banderas<br />

nuestras; cada uno de los camiones iba ocupado por quince o veinte correligionarios, con la orden<br />

de recorrer diligentemente las calles de la ciudad, distribuir volantes, en una palabra, hacer<br />

propaganda para el mitin de la noche. Esta fue la primera vez que se vio circular camiones con<br />

banderas rojas conduciendo elementos no marxistas.<br />

A las siete de la noche, el local del circo no estaba todavía suficientemente concurrido. Cada<br />

diez minutos se me informaba por teléfono y me sentía un tanto inquieto. No obstante, al poco<br />

tiempo vinieron informaciones más favorables.<br />

Cuando entré en el amplio local, experimenté la misma sensación de alegría que un año<br />

antes al realizarse nuestra primera reunión en la sala de fiestas de la Hofbräuhaus en Munich. Tuve<br />

que abrirme paso entre el apiñado público y cuando llegué a la tribuna pude darme cuenta de la<br />

magnitud del éxito. Más de 5.600 entradas habían sido vendidas y si a esto se añadía el número de<br />

los sin trabajo, estudiantes pobres y los elementos de nuestra guardia encargada de mantener el<br />

orden, posiblemente la concurrencia pasaba de 6.500 personas.<br />

“El porvenir o la ruina”. Tal era el tema de mi conferencia. Hablé aproximadamente por<br />

espacio de dos horas y media, y ya, después de los primeros treinta minutos, supe que el mitin<br />

alcanzaría un éxito grandioso, porque sentía el contacto con aquellos miles de individuos. A partir<br />

de la primera hora, los aplausos con exclamaciones espontáneas cada vez mayores, empezaron a<br />

interrumpir mi discurso para luego, después de la segunda hora, volver a aplacarse y quedar el<br />

público sumido en aquel silencio religioso que, en ocasiones posteriores, tantas y tantas veces debí<br />

volver a experimentar en aquel mismo local. En cuanto hubo pronunciado la última palabra, estalló<br />

el entusiasmo popular en máximo fervor patriótico, cantando el himno nacional “Deutschland ubre<br />

alles”.<br />

Las gacetas burguesas publicaron fotografías y comentarios mencionando únicamente que se<br />

había tratado de una demostración “nacional” y omitiendo en su “modestia característica” citar los<br />

nombres de los organizadores.<br />

Después de aquella iniciación en 1921, intensifiqué considerablemente nuestra actividad<br />

asambleísta en Munich, optando por celebrar en adelante no sólo una reunión, sino muchas veces<br />

dos y hasta tres por semana, en el verano y al finalizar el otoño. Nuestros mítines se realizaron<br />

siempre en el local del Circo Krone y con íntima satisfacción pudimos constatar que cada vez<br />

teníamos el mismo éxito.<br />

El resultado fue una creciente adhesión al movimiento y un aumento notable del número de<br />

miembros del partido.<br />

*<br />

* *<br />

Es natural que ante semejantes éxitos no quedaran inactivos nuestros adversarios. Y es así<br />

como se resolvieron a llevar a cabo en un último esfuerzo un acto de terrorismo que definitivamente<br />

pusiese fin a nuestra actividad asambleísta.<br />

Para el encuentro decisivo, habían elegido una de nuestras reuniones en la sala de fiestas de<br />

la Hofbräuhaus, donde yo debía hablar. En efecto, el 4 de noviembre de 1921, entre las 6 y 7 de la<br />

tarde, recibí las primeras informaciones concretas anunciando que nuestra asamblea de aquella<br />

noche sería saboteada a toda costa.<br />

Fue atribuible a una infeliz circunstancia, no haber podido tener antes tal comunicación.<br />

Aquel mismo día habíamos desocupado nuestra venerable oficina en la Sterneckergasse en Munich,

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