Adolfo Hitler - Mi Lucha
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concebible en contra de Inglaterra, con el apoyo de Rusia. Mas, en tal caso debíanse asumir las<br />
consecuencias sin contemplación alguna y, ante todo, desentenderse cuanto antes de Austria.<br />
Considerada desde todo punto de vista, fue para Alemania, ya a fines del siglo pasado, una<br />
incalificable locura la alianza con Austria.<br />
Pero no se había pensado en ningún momento aliarse con Rusia en contra de Inglaterra, ni<br />
mucho menos con Inglaterra en contra de Rusia, pues, ambos casos hubieran significado a la postre,<br />
la guerra. Y precisamente para evitarla, se resolvió optar por la política del comercio y de la<br />
industria. En el propósito de la “conquista pacífico-económica” del mundo, se creyó tener la receta<br />
para acabar de una vez para siempre con la política de violencia empleada hasta entonces. Es<br />
probable que algunas veces no se estuviera tan seguro del camino elegido, especialmente cuando de<br />
tiempo en tiempo llegaban desde Inglaterra amenazas inexplicables. A esto se debió que Alemania<br />
se decidiera a construir una flota de guerra, no destinada a agredir ni destruir el poderío británico,<br />
sino simplemente a “defender” la mencionada “paz universal” y la conquista “pacífica” del mundo.<br />
De ahí que esa flota fuese creada bajo una escala en todo sentido más modesta que la de Inglaterra,<br />
no sólo en el número de unidades, sino también en lo concerniente al desplazamiento de éstas y su<br />
armamento, dejando entrever también aquí la intención realmente “pacífica” que se abrigaba.<br />
El tema de la “conquista pacífico-económica” del mundo fue indudablemente el mayor de<br />
los absurdos entronizados como principio directriz de la política del Estado. Semejante<br />
contrasentido se hizo aún más notable por la circunstancia de no haberse vacilado en tomar a<br />
Inglaterra como referencia para la posibilidad de llevar a cabo una tal conquista. El daño con que,<br />
por su parte, contribuyeron a ocasionarnos nuestra concepción tan académica de la Historia y la<br />
rutinaria enseñanza de la misma, jamás podrá ser reparado y constituye la prueba incontestable, de<br />
que infinidad de gentes “aprenden” historia sin entenderla ni mucho menos poderla interpretar.<br />
Debió verse en la política de Inglaterra la refutación evidente de aquella teoría; pues ningún otro<br />
país supo preparar mejor ni más brutalmente que Inglaterra sus conquistas económicas valiéndose<br />
de la espada, para después defenderlas resueltamente. ¿No es acaso típica característica del arte de<br />
gobierno británico sacar de su poder político beneficios económicos y viceversa: transformar sin<br />
demora toda nueva conquista económica en poderío político? Y qué error es el suponer que<br />
Inglaterra misma fuese quizá demasiado cobarde para arriesgar la propia sangre a favor de su<br />
política económica. El que la nación inglesa careciese de un ejército constituido por el pueblo, no<br />
probó en modo alguno lo contrario; porque en esto no depende la situación de la forma que tenga la<br />
institución armada en sí, sino más bien ante todo, de la decisión y voluntad con que es puesta en<br />
acción en el momento dado. Inglaterra contó en todo tiempo con el abastecimiento bélico<br />
indispensable a sus necesidades y luchó siempre con aquellas armas que el éxito exigía. Se sirvió de<br />
mercenarios, mientras los mercenarios bastaron y apeló también resueltamente al concurso de la<br />
sangre de los mejores elementos de la nación cuando ya no quedaba otro medio que ese sacrificio<br />
para asegurar la victoria. Pero siempre quedó invariable su decisión para la lucha, junto a la<br />
tenacidad y la inflexible conducción de la misma.<br />
Recuerdo claramente el gran asombro que se reflejó en las fisonomías de mis camaradas,<br />
cuando en Flandes nos vimos por primera vez, cara a cara, con los “tommíes”. Después de los<br />
primeros combates cada uno de nosotros pudo convencerse de que aquellos escoceses nada tenían<br />
de común con aquellos otros que se tenía a bien caracterizar en nuestras hojas humorísticas y en las<br />
informaciones de prensa.<br />
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Bastaba considerar la insensatez de esta política de conquista “pacífico-económica” del<br />
mundo para percatarse, igualmente a todas luces, del absurdo que entrañaba la Triple Alianza.