Adolfo Hitler - Mi Lucha
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Aquel absurdo debió tocar a su fin en el momento en que, aprobados los nuevos estatutos y<br />
llamado a ocupar la presidencia del partido, contaba yo con la autoridad suficiente.<br />
El presidente es responsable de la marcha de todo el movimiento. Le incumbe la distribución<br />
de labores entre los miembros del comité, dependiente de él, y entre los colaboradores que fuesen<br />
necesarios. Cada uno, a su vez, es responsable único del cometido que se le confíe y está<br />
directamente subordinado al presidente, el cual debe velar por la cooperación de todos, ya sea<br />
seleccionando elementos o dando directivas generales.<br />
Esta ley de la responsabilidad, como cuestión de principio, se hizo poco a poco carne dentro<br />
del movimiento.<br />
Un movimiento que, en una época donde reina la norma mayoritaria en todo, acate el<br />
principio de la autoridad del Führer y la responsabilidad inherente a este principio, superará<br />
un día con seguridad matemática el estado subsistente y será el vencedor.<br />
*<br />
* *<br />
En diciembre de 1920 tuvo lugar la adquisición del “Völkischer Beobachter”. Este periódico<br />
que, como su nombre indica, defendía en general los intereses nacionalracistas, debía ahora<br />
convertirse en el órgano oficial del partido. Durante el primer tiempo aparecía dos veces por<br />
semana; en 1923, como publicación diaria y, finalmente en agosto, adoptó el formato conocido que<br />
hoy tiene.<br />
Daba mucho que pensar el hecho de que, frente al poderío de la prensa judía, no existiese<br />
casi ningún periódico nacionalista de importancia efectiva. En gran parte esto era atribuible –como<br />
más tarde tuve ocasión de constatar personalmente en infinidad de casos prácticos- a la contextura<br />
comercial poco hábil de las empresas de índole nacionalracista en general. Se dejaban absorber<br />
demasiado por el criterio de que la convicción debía privar sobre el esfuerzo productivo; un punto<br />
de vista totalmente errado, si se tiene en cuenta que precisamente el esfuerzo productivo es el que<br />
representa la más bella expresión del modo de pensar, que no debe tener nada de externo y<br />
superficial.<br />
Si honesto era el contenido del “Völkischer Beobachter”, la administración de la empresa<br />
era comercialmente imposible. También aquí partíase de la opinión errada de que los periódicos<br />
nacionalracistas debían ser sostenidos mediante contribuciones voluntarias de los círculos<br />
nacionalracistas, en lugar de reflexionar que, al fin y al cabo, un periódico tiene que abrirse paso en<br />
competencia con los demás y que es indigno querer cubrir negligencias o errores de la gerencia de<br />
la empresa, por medio de donativos de patriotas bien intencionados.<br />
Por mi parte, me esforcé por innovar aquel estado de cosas, de cuya gravedad me había dado<br />
cuenta, y la casualidad favoreció mi propósito, permitiéndome conocer al hombre que, desde<br />
entonces, ha prestado meritísimos servicios a la causa nacionalracista, no sólo como gerente de la<br />
empresa, sino también como el administrador del partido. En 1914, es decir, en el frente, había<br />
conocido (entonces era yo subordinado suyo) a este nuestro actual gerente. Max Amann. Durante<br />
los cuatro años de la guerra, tuve ocasión de observar casi constantemente las extraordinarias<br />
condiciones de capacidad, diligencia y escrupulosidad que caracterizaban al que después debió ser<br />
mi colaborador.<br />
Cuando en el verano de 1921, nuestro movimiento atravesaba una difícil crisis y me hallaba<br />
descontento del trabajo de algunos empleados, especialmente de uno de ellos, de muy pésimo<br />
recuerdo, apelé a mi antiguo camarada de regimiento, pidiéndole que tomara a su cargo la<br />
administración del partido. Amann ocupaba por entonces una posición respetable y sólo después de