Adolfo Hitler - Mi Lucha
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De vez en cuando leía también el “Volksblatt”, por cierto periódico mucho más pequeño,<br />
pero que en estas cosas me parecía más sincero. No estaba de acuerdo con su recalcitrante<br />
antisemitismo, bien que algunas veces encontraba razonamientos que me movían a reflexionar. En<br />
todo caso a través de esas incidencias fue como llegué a conocer paulatinamente al hombre y al<br />
movimiento político que por entonces influían en los destinos de Viena: El Dr. Karl Lueger y el<br />
partido cristiano-social.<br />
Cuando llegué a Viena era contrario a ambos porque los consideraba “reaccionarios”.<br />
Empero, una elemental noción de equidad hizo variar mi opinión a medida que tuve oportunidad de<br />
conocer al hombre y su obra. Poco a poco se impuso en mí la apreciación justa para luego<br />
convertirse en un sentimiento de franca admiración. Hoy, más que entonces, veo en el Dr. Lueger al<br />
más grande de los burgomaestres alemanes de todos los tiempos.<br />
¡Cuántas ideas preconcebidas tuvieron también que modificarse en mí al cambiar mi modo<br />
de pensar respecto al movimiento cristianosocial! Y si con ello cambió igualmente mi criterio<br />
acerca del antisemitismo, ésta fue sin duda la más trascendental de las transformaciones que<br />
experimenté entonces; ella me costó una intensa lucha interior entre la razón y el sentimiento, y sólo<br />
después de largos meses, la victoria empezó a ponerse del lado de la razón. Dos años más tarde, el<br />
sentimiento había acabado por someterse a ésta, para, en adelante, ser su más leal guardián y<br />
consejero.<br />
Debió, pues, llegar el día en que ya no peregrinaría por la gran urbe hecho un ciego, como<br />
en los primeros tiempos, sino con los ojos abiertos, contemplando las obras arquitectónicas y las<br />
gentes. Cierta vez, al caminar por los barrios del centro, me vi de súbito frente a un hombre de largo<br />
caftán y de rizos negros. ¿Será un judío?, fue mi primer pensamiento. Los judios en Linz no tenían<br />
ciertamente esa apariencia. Observé al hombre sigilosamente y a medida que me fijaba en su<br />
extraña fisonomía, estudiándola rasgo por rasgo, fue transformándose en mi menta la primera<br />
pregunta en otra inmediata. ¿Será también un alemán?.<br />
Como siempre en casos análogos, traté de desvanecer mis dudas, consultando libros. Con<br />
pocos céntimos adquirí por primera vez en mi vida algunos folletos antisemitas. Todos,<br />
lamentablemente, partían de la hipótesis de que el lector tenía ya un cierto conocimiento de causa o<br />
que por lo menos comprendía la cuestión; además, su tono era tal, debido a razonamientos<br />
superficiales y extraordinariamente faltos de base científica, que me hizo volver a caer en nuevas<br />
dudas. La cuestión me parecía tan trascendental y las acusaciones de tal magnitud que yo –torturado<br />
por el temor de ser injusto- me sentía vacilante e inseguro.<br />
Naturalmente que ya no era dable dudar de que o se trataba de elementos alemanes de una<br />
creencia religiosa especial, sino de un pueblo diferente en sí; pues desde que me empezó a<br />
preocupar la cuestión judía, cambió mi primera impresión sobre Viena. Por doquier veía judíos y<br />
cuanto más los observaba, más se diferenciaban a mis ojos de las demás gentes. Y si aún hubiese<br />
dudado, mi vacilación hubiera tenido que tocar definitivamente a su fin, debido a la actitud de una<br />
parte de los judíos mismos.<br />
Se trataba de un gran movimiento que tendía a establecer claramente el carácter racial del<br />
judaísmo; el sionismo.<br />
Aparentemente apoyaba esa actitud sólo un grupo de los judíos, en tanto que la mayoría la<br />
condenaba; sin embargo, al analizar las cosas de cerca, esa apariencia se desvanecía,<br />
descubriéndose un mundo de subterfugios de pura conveniencia, por no decir mentiras. Porque los<br />
llamados judíos liberales rechazaban a los sionistas, no porque ellos no fuesen judíos, sino<br />
únicamente porque éstos hacían una pública confesión de su judaísmo que aquellos consideraban<br />
improcedente y hasta peligrosa. En el fondo se mantenía inalterable la solidaridad de todos.