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Adolfo Hitler - Mi Lucha

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todo la derrota italiana ocurrida en el otoño de ese año, provocó un maravilloso efecto, pues en esa<br />

victoria nuestra, pudo verse una prueba de la posibilidad de romper también la resistencia enemiga<br />

no sólo en el frente ruso. Otra vez una fe grandiosa invadió los corazones de millones de hombres y<br />

así, llenos de confianza, esperábamos la primavera de 1918.<br />

Pero mientras en el teatro de operaciones se hacían los últimos preparativos para poner<br />

término a la eterna lucha; mientras inacabables convoyes, transportando hombres y material bélico,<br />

se dirigían hacia el frente occidental y cuando, en fin, las tropas recibían instrucciones para la gran<br />

ofensiva, debió producirse en Alemania la mayor de las iniquidades de toda la guerra.<br />

¡Se había organizado la huelga de municiones!<br />

Cierto es que esta huelga no alcanzó el éxito anhelado, al tratarse del encarecimiento de<br />

elementos bélicos en el frente, porque estalló prematuramente, de suerte que la falta de municiones<br />

no fue tan grande como para poder llevar al ejército a la ruina tal como lo previera el plan de los<br />

organizadores. Mucho más desastroso, en cambio, fue el efecto moral que causó.<br />

Había que preguntarse, primero: ¿Por qué el ejército seguía luchando si es que el pueblo<br />

mismo no quería la victoria? ¿A qué conducían entonces los enormes sacrificios y las privaciones?<br />

El soldado peleaba por la victoria, y el país le oponía la huelga. Y segundo: ¿Cuál fue la impresión<br />

producida en el ánimo del enemigo?<br />

En el invierto de 1917-1918 aparecieron por primera vez nubarrones en el firmamento del<br />

mundo aliado. El miedo, el horror, se había infiltrado en el ánimo de los combatientes adversarios,<br />

fanáticamente convencidos hasta aquel momento. Se temía la primavera venidera. Porque si hasta<br />

aquel momento no se había conseguido romper la resistencia alemana concentrada sólo<br />

parcialmente en el frente occidental, ¿cómo contar con la victoria ahora que parecía acumularse<br />

para la ofensiva en ese frente, toda la energía guerrera de la nación asombrosamente heroica?<br />

En tales circunstancias estalló la guerra en alemanía.<br />

El mundo quedó estupefacto en el primer momento, pero en seguida, como librándose de<br />

una pesadilla, la propaganda anti-alemana se lanzó a explotar aquella ventaja en la hora suprema.<br />

Súbitamente se había encontrado el recurso capaz de levantar el ánimo deprimido de las tropas<br />

aliadas. De nada les servirá a los alemanes –se decía- obtener cuantas victorias quiera, puesto que<br />

en su país no habrá de ser el ejército vencedor quien haga su entrada triunfal, sino la revolución<br />

Esta es la creencia que comenzó a inculcar en el alma de sus lectores la prensa inglesa,<br />

francesa y americana, mientras la acción de una habilísima propaganda levantaba la moral de las<br />

tropas en el frente.<br />

Este fue el resultado de la huelga de municiones que, en los pueblos enemigos, reconfortó la<br />

fe en la victoria eliminando a su vez la desesperación enervante que cundía en el frente aliado y<br />

haciendo, en consecuencia, que miles de soldados alemanes tuvieran que pagar aquel error del<br />

pueblo con el tributo de su sangre. Los promotores de tan infame huelga fueron luego nada menos<br />

que los aspirantes a los más altos cargos públicos en la inmediata Alemania de la revolución.<br />

*<br />

* *<br />

Había tenido la suerte de poder tomar parte en las dos primeras y en la última de las<br />

ofensivas del ejército en el frente occidental.

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