Adolfo Hitler - Mi Lucha
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¡Luego vino la revolución!<br />
El judío internacional, Kurt Eisner, comenzó a intrigar en Baviera contra Prusia. Dando al<br />
movimiento revolucionario bávaro un cariz deliberadamente hostil contra el resto de Alemania, no<br />
obraba ni en lo más mínimo animado del propósito de servir intereses de Baviera, sino, llanamente,<br />
como un ejecutor del judaísmo. Explotó los instintos y antipatías del pueblo bávaro para poder, por<br />
ese medio, desmoronar más fácilmente a Alemania. Pero pronto el Reich en ruina habría caído en<br />
manos del bolchevismo.<br />
Óptimos frutos produjo el arte con que los agitadores bolcheviques supieron presentar la<br />
eliminación de la república del Consejo de Soldados como una victoria del “militarismo prusiano”<br />
sobre el pueblo bávaro “anti-militarista y antiprusiano”. Cuando en Munich se realizaron alas<br />
elecciones para la dieta constituyente de Baviera, Kurt Eisner contaba en su favor escasamente con<br />
diez mil adeptos y el partido comunista apenas si llegaba a tres mil, en tanto que al producirse el<br />
fracaso de la república comunista, el número de ambos grupos había alcanzado ya un total<br />
aproximado de cien mil.<br />
Desde aquella época, me empeñé personalmente en la lucha contra la descabellada agitación<br />
de los Estados alemanes entre sí. En toda mi vida no creo haber emprendido jamás obra más<br />
popular que aquella campaña mía de resistencia contra la animadversión existente contra Prusia.<br />
Durante el gobierno del consejo de soldados tuvieron lugar en Munich los primeros mítines donde<br />
se excitaba el odio contra el resto de Alemania, en especial contra Prusia, en una forma tal, que no<br />
sólo entrañaba peligro de vida para el alemán del Norte que se arriesgase a concurrir a un mitin de<br />
aquellos, sino que aquellas demostraciones concluían casi siempre con la estúpida vonciglería de<br />
“¡Abajo Prusia!”, “¡Separémonos de Prusia!”, ¡”Guerra a Prusia”!, etc., estado de ánimo que hallaba<br />
su expresión cabal en el grito de guerra de un “insuperable” representante de los altos intereses de<br />
Baviera en el Reichstag, que decía : Preferimos morir como bávaros antes que perecer como<br />
prusianos.<br />
La campaña que yo había iniciado, apoyado, al principio, únicamente por unos cuantos de<br />
mis camaradas de la guerra, debió ser luego fomentada por el joven movimiento nacionalsocialista<br />
como un deber sagrado. Aun hoy me llena de orgullo poder decir que, en aquellos tiempos –<br />
contando sólo casi exclusivamente con nuestros correligionarios bávaros, dimos al traste, poco a<br />
poco, pero de modo seguro, con aquel brote separatista, mezcla de ignorancia y traición.<br />
Obvio sería explicar que la agitación del sentimiento anti-prusiano, nada tenía que ver con el<br />
federalismo alemán. Desde luego, sorprendía el hecho de una “actividad federalista” empeñada en<br />
disolver o disgregar un Estado federal alemán ya existente. Un federalista sincero, para quien la<br />
concepción bismarckiana del Reich unido, no representara una mentida frase, mal podía, desear la<br />
disgregación del Estado prusiano, creado y perfeccionado por el mismo Bismarck, y menos,<br />
todavía, alentar abiertamente aspiraciones separatistas. No era contra los autores de la constitución<br />
de Weimar –que dicho sea de paso fueron en su mayoría alemanes del Sur y judíos-, contra quienes<br />
se dirigían las injurias y ataques de esos pseudo-federalistas; su acción iba contra los elementos<br />
representativos de la antigua Prusia conservadora, esto es, justamente contra lo antagónico del<br />
espíritu de Weimar. La circunstancia de que en aquella campaña se tuviera buen cuidado de no<br />
aludir a los judíos, no debe sorprendernos mayormente, pero nos dará la clave del enigma.<br />
Así como antes de la revolución de 1918, el judío supo desviar de sus comités de<br />
aprovisionamiento o mejor dicho de sí mismo, la atención pública, aleccionando contra Prusia a las<br />
muchedumbres y en particular al pueblo bávaro, así también, después de la revolución, debía él<br />
cubrir de nuevo de cualquier modo el botín de su pillaje que, ahora, era diez veces mayor. Y otra<br />
vez ganó su juego, en este caso, sembrando rencillas y odios entre los elementos nacionales de<br />
Alemania; así intrigó a los bávaros de tendencia conservadora contra los prusianos no menos<br />
conservadores. El bávaro, no veía el Berlín de los cuatro millones de activos e incansables