'La adolescencia y su interrelación con el entorno' (2945 Kb.) - Injuve
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tes: 1) <strong>el</strong> desarrollo cognitivo y la enseñanza de habilidades de categorización y explicación causal<br />
influyen especialmente en <strong>el</strong> componente cognitivo; 2) las actitudes que se observan en los<br />
agentes de socialización (iguales, familia, profesorado...) se r<strong>el</strong>acionan fundamentalmente <strong>con</strong> <strong>el</strong><br />
componente afectivo; 3) y las experiencias específicas que se han vivido <strong>con</strong> personas pertenecientes<br />
a otros grupos (de género, de etnia...) o en la solución a los <strong>con</strong>flictos sociales influyen<br />
sobre todo en <strong>el</strong> componente <strong>con</strong>ductual.<br />
2º La dualidad de la existencia humana como origen de la violencia<br />
La historia d<strong>el</strong> sexismo está estrechamente r<strong>el</strong>acionada <strong>con</strong> la de la violencia y ambas <strong>con</strong> la<br />
división ancestral d<strong>el</strong> mundo en dos espacios: <strong>el</strong> público, reservado exclusivamente para los hombres<br />
y <strong>el</strong> privado, <strong>el</strong> único en <strong>el</strong> que podía transcurrir la vida de las mujeres. Para reproducir esta<br />
división de una generación a la siguiente se inventó lo que se <strong>con</strong>oce como la dualidad de la existencia<br />
humana, para la cual se enseñaba a cada individuo a identificarse <strong>con</strong> la mitad de los valores:<br />
los masculinos o los femeninos…. Para <strong>su</strong>perar esta dualidad en la que se basa <strong>el</strong> sexismo, la<br />
violencia y <strong>el</strong> mod<strong>el</strong>o de dominio-<strong>su</strong>misión <strong>con</strong> <strong>el</strong> que ambos problemas se r<strong>el</strong>acionan, es preciso<br />
crear las <strong>con</strong>diciones que permitan a las niñas y a los niños aspirar a la totalidad de los valores,<br />
haciendo posible que nadie tenga que identificarse <strong>con</strong> problemas como la violencia, <strong>el</strong> <strong>con</strong>trol<br />
absoluto o la <strong>su</strong>misión. Estos mod<strong>el</strong>os y expectativas básicos aprendidos desde la infancia son utilizados<br />
para dar significado al mundo social y emocional propio y ajeno, incluirse o excluirse de<br />
actividades, cualidades o escenarios, interpretar las semejanzas y diferencias entre personas y grupos,<br />
juzgar como adecuado o inadecuado <strong>el</strong> comportamiento de los individuos que a <strong>el</strong>los pertenecen,<br />
explicar por qué se producen los problemas que se viven, así como otras creencias normativas<br />
que desempeñan un decisivo pap<strong>el</strong> en la autorregulación de la <strong>con</strong>ducta, en lo que se piensa,<br />
se siente y se hace, pudiendo actuar incluso como expectativas que se cumplen automáticamente.<br />
3º Representación intergrupal, poder y resistencia al cambio<br />
La representación que una persona o un grupo tiene de <strong>su</strong>s posibles víctimas, desempeña un<br />
decisivo pap<strong>el</strong> en <strong>el</strong> riesgo de ejercer la violencia. El individuo violento <strong>su</strong><strong>el</strong>e creer que <strong>su</strong> violencia<br />
está justificada o es inevitable, y se <strong>con</strong>ceptualiza a sí mismo cuando la utiliza como un héroe<br />
y a la víctima como un ser despreciable, inhibiendo la empatía. Así es más fácil emplear la violencia.<br />
La representación de una persona o un colectivo como inferior o como enemigo está<br />
estrechamente r<strong>el</strong>acionada <strong>con</strong> <strong>su</strong> posible victimización. En función de lo cual no re<strong>su</strong>lta sorprendente<br />
que la violencia que <strong>su</strong>fren algunas mujeres por <strong>el</strong> hecho de serlo esté estrechamente<br />
r<strong>el</strong>acionada <strong>con</strong> los estereotipos sexistas; que pueden llegar a justificar la violencia d<strong>el</strong> hombre<br />
en lugar de <strong>con</strong>denarla, al asociarla <strong>con</strong> atributos masculinos en torno a los cuales todavía<br />
algunos hombres <strong>con</strong>struyen <strong>su</strong> identidad.<br />
4º La tendencia a la reproducción de la violencia. Los estudios realizados sobre la violencia<br />
en general reflejan que la exposición a mod<strong>el</strong>os violentos, especialmente durante la infancia y<br />
<strong>adolescencia</strong>, <strong>con</strong>duce a la justificación de la violencia y que ambas <strong>con</strong>diciones incrementan<br />
<strong>con</strong>siderablemente <strong>el</strong> riesgo de ejercerla. En este sentido, cabe interpretar los re<strong>su</strong>ltados obtenidos<br />
en los estudios sobre las características de los adultos que viven en familias en las que se<br />
produce la violencia, en los que se refleja que <strong>con</strong> frecuencia <strong>su</strong> propia familia de origen también<br />
fue violenta. Existe <strong>su</strong>ficiente evidencia que permite <strong>con</strong>siderar a las experiencias infantiles de<br />
violencia como una <strong>con</strong>dición de riesgo, que aumenta la probabilidad de problemas en las r<strong>el</strong>aciones<br />
posteriores, incluyendo en este sentido las que se establecen <strong>con</strong> la pareja.»<br />
Las autoras plantean algo que es <strong>su</strong>mamente importante <strong>con</strong>siderar para enfrentar acciones<br />
preventivas: «Conviene dejar muy claro, sin embargo, que la reproducción de la violencia no es<br />
algo inevitable. La mayoría de las personas que fueron maltratadas en <strong>su</strong> infancia (alrededor d<strong>el</strong><br />
67%) no reproducen dicho problema en la familia que establecen como adultos (Kauffman, 1997;<br />
Kauffman y Zigler, 1989), y <strong>el</strong> maltrato en la vida adulta se produce también en personas que no<br />
proceden de familias violentas”.<br />
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ESTUDIOS