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'La adolescencia y su interrelación con el entorno' (2945 Kb.) - Injuve

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El psicoanálisis le ha ido <strong>con</strong>cediendo un valor cada vez más importante a la agresividad, es<br />

de señalar <strong>su</strong> intervención precoz en <strong>el</strong> desarrollo d<strong>el</strong> individuo, así como <strong>el</strong> complicado juego<br />

de <strong>su</strong> unión y separación de la sexualidad. Como re<strong>su</strong>ltancias d<strong>el</strong> proceso de evolución de las<br />

ideas, se da un intento de buscar para la agresividad un <strong>su</strong>strato pulsional único fundamental<br />

<strong>con</strong> <strong>el</strong> <strong>con</strong>cepto de pulsión de muerte.<br />

Al referirse a la cura, Freud (Obras Completas. Ed. Amorrortu) puede apreciar muy pronto en<br />

los pacientes, la resistencia <strong>con</strong> <strong>su</strong> matiz agresivo: “... <strong>el</strong> paciente, hasta ese momento tan bueno<br />

y tan leal, se torna falso grosero, simulador o reb<strong>el</strong>de hasta <strong>el</strong> punto en que yo se lo digo y logro<br />

doblegar <strong>su</strong> carácter”. “En <strong>el</strong> psicoanálisis, es necesario desv<strong>el</strong>ar y utilizar para analizar, viéndolos<br />

<strong>con</strong>scientes, todos los impulsos, incluidos los hostiles”. En un primer momento la transferencia<br />

se le presentó a Freud como resistencia; la cual es debida, en <strong>su</strong> mayor parte a lo que él dará<br />

en llamar, transferencia negativa.<br />

En la clínica, las tendencias hostiles son de una importancia r<strong>el</strong>evante en ciertas afecciones<br />

como la neurosis obsesiva, la paranoia. Surge así <strong>el</strong> <strong>con</strong>cepto de ambivalencia que designa la<br />

coexistencia, en un mismo plano, de amor y odio, a niv<strong>el</strong> de la experiencia.<br />

Freud se refiere en varias ocasiones al <strong>con</strong>cepto de “pulsión hostil” o “tendencia hostil”. Lo<br />

vemos en <strong>el</strong> análisis que hace en r<strong>el</strong>ación al “chiste” según <strong>el</strong> cual, cuando <strong>el</strong> chiste no tiene un<br />

fin en sí mismo, como en <strong>el</strong> caso d<strong>el</strong> chiste inocente, sólo puede estar al servicio de dos tendencias,<br />

o bien se trata de un chiste hostil (al servicio de la agresión, la sátira la defensa), o bien de<br />

un chiste obsceno.<br />

En lo que respecta al complejo de Edipo, <strong>el</strong> mismo fue descubierto en un principio como<br />

una <strong>con</strong>junción de deseos amorosos y hostiles. La <strong>el</strong>aboración progresiva d<strong>el</strong> mismo, <strong>con</strong>dujo<br />

a hacer intervenir cada vez más estos dos tipos de deseos en las diferentes <strong>con</strong>st<strong>el</strong>aciones<br />

posibles.<br />

A niv<strong>el</strong> de la primera teoría de las pulsiones, Freud se expresa, rehusándose a admitir la existencia<br />

de una pulsión específica, ya que teniendo en cuenta la presencia de estas tendencias y<br />

<strong>con</strong>ductas agresivas, se puede <strong>con</strong>siderar a la pulsión, por tener algo que la caracteriza, y esto<br />

es, <strong>el</strong> ser un impulso d<strong>el</strong> cual no se puede huir. Este impulso exige d<strong>el</strong> aparato psíquico un cierto<br />

trabajo y pone en movimiento la motilidad. Por tanto, la pulsión, para realizar <strong>su</strong>s objetivos, así<br />

los mismos sean “pasivos”, (ser deseado), exige una actividad que puede tener que ver <strong>con</strong> vencer<br />

obstáculos.<br />

Al escribir sobre la primera teoría de las pulsiones, Freud las distinguía entre sexuales y de<br />

auto<strong>con</strong>servación. Estas últimas se encargarían d<strong>el</strong> mantenimiento y la afirmación de la existencia<br />

individual.<br />

En la lectura de “Las pulsiones y <strong>su</strong>s destinos”, Freud deja en claro que ya disponía de una<br />

teoría metapsicológica de la agresividad.<br />

Dentro de <strong>su</strong> marco teórico, Freud trata de explicar mediante un intrincado interjuego de<br />

estos dos tipos de pulsiones, las sexuales y las de auto<strong>con</strong>servación, las <strong>con</strong>ductas o sentimientos<br />

tan manifiestamente agresivos como <strong>el</strong> sadismo y <strong>el</strong> odio.<br />

La <strong>con</strong>versión aparente d<strong>el</strong> amor en odio, no es más que una ilusión, ya que <strong>el</strong> odio no es un<br />

amor negativo; tiene <strong>su</strong> propio origen, siendo <strong>su</strong> tesis central, que los verdaderos orígenes de la<br />

r<strong>el</strong>ación de odio no provienen de la vida sexual, sino de la lucha d<strong>el</strong> yo por <strong>su</strong> auto<strong>con</strong>servación<br />

y <strong>su</strong> afirmación.<br />

En lo referente a las pulsiones de auto<strong>con</strong>servación propiamente dichas, Freud especifica,<br />

ya como una pulsión independiente, la actividad de asegurar <strong>su</strong> dominio sobre <strong>el</strong> objeto. A<br />

ésta se la llama pulsión de dominio y está ligada al aparato de la musculatura, y a una fase<br />

precisa de la evolución, llamada, fase sádico –anal. Dañar al objeto o aniquilarlo le es indiferente,<br />

por lo cual, la <strong>con</strong>sideración d<strong>el</strong> otro y de <strong>su</strong> <strong>su</strong>frimiento sólo aparecen en <strong>el</strong> retorno<br />

masoquista, fase en la cual, la pulsión de dominio se vu<strong>el</strong>ve indiscernible de la excitación<br />

sexual que provoca.<br />

En r<strong>el</strong>ación a la agresividad, en la última teoría de las pulsiones, Freud le da un pap<strong>el</strong> preponderante<br />

a la agresividad. Esto lo vemos cuando hace referencia a la agresividad diciendo que<br />

La <strong>adolescencia</strong> y <strong>su</strong> <strong>interr<strong>el</strong>ación</strong> <strong>con</strong> <strong>el</strong> entorno<br />

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