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'La adolescencia y su interrelación con el entorno' (2945 Kb.) - Injuve

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parte de hombres orientados hacia <strong>el</strong> <strong>con</strong>trol absoluto Wilson y Daly, (1996), citado por Martín<br />

Serrano (1999).<br />

Díaz-Aguado junto <strong>con</strong> Martínez Arias, (2001) realizaron estudios <strong>con</strong> adolescentes sobre<br />

cómo se inicia y evoluciona la violencia de género en la pareja. Y en<strong>con</strong>traron que:<br />

1. La violencia no tarda mucho en aparecer. A veces aparece como abuso emocional y lesionando<br />

gravemente <strong>su</strong> autoestima cuando no se <strong>con</strong>forma al más mínimo deseo d<strong>el</strong> abusador.<br />

La víctima responde intentando acomodarse a dichos deseos para evitar las agresiones.<br />

2. Su<strong>el</strong>e existir un fuerte vínculo afectivo. Alternando dos estilos opuestos de comportamiento,<br />

como si fuera dos personas diferentes.<br />

3. Cuando <strong>el</strong> vínculo afectivo no es <strong>su</strong>ficiente, <strong>su</strong>rgen amenazas. El agresor amenaza a la víctima<br />

<strong>con</strong> agresiones muy graves si llega a abandonarle.<br />

4. Su<strong>el</strong>e existir un fuerte vínculo afectivo. Alternando dos estilos opuestos de comportamiento,<br />

como si fuera dos personas diferentes.<br />

5. Cuando <strong>el</strong> vínculo afectivo no es <strong>su</strong>ficiente <strong>su</strong>rgen amenazas. El agresor amenaza a la víctima<br />

<strong>con</strong> agresiones muy graves si llega a abandonarle.<br />

Los análisis más recientes sobre la violencia de género destacan dos <strong>con</strong>diciones de riesgo<br />

de especial r<strong>el</strong>evancia, que pueden ser evaluadas a través d<strong>el</strong> acuerdo <strong>con</strong> determinadas creencias:<br />

la tendencia a justificar y reproducir los mod<strong>el</strong>os sexistas y violentos <strong>con</strong> los que se ha<br />

<strong>con</strong>vivido durante la infancia y la <strong>adolescencia</strong> y <strong>el</strong> desequilibrio de poder existente entre los<br />

hombres y las mujeres, a partir d<strong>el</strong> cual se crean y perpetúan los estereotipos vinculados al<br />

género (Birns y Birns, 1997; Mighty, 1997; Gerber, 1995; O’Keefe, 1998; Strauss y Yodaniss, 1996;<br />

Kalmus, 1984).<br />

Otros estudios de Díaz Aguado reflejan que la exposición a mod<strong>el</strong>os violentos, especialmente<br />

durante la infancia y <strong>adolescencia</strong>, <strong>con</strong>duce a la justificación de la violencia y que ambas <strong>con</strong>diciones<br />

incrementan <strong>con</strong>siderablemente <strong>el</strong> riesgo de ejercerla. Así, se ha observado que los<br />

adolescentes que reciben castigos físicos en <strong>su</strong> familia tienen más riesgo de agredir físicamente<br />

a <strong>su</strong> pareja que los que no los <strong>su</strong>fren Strauss y Yodanis, (1996).<br />

En la misma dirección, cabe interpretar los re<strong>su</strong>ltados obtenidos en las investigaciones de<br />

violencia doméstica (Díaz Aguado y Martínez Arias, 2001), en los que se observa que muchos de<br />

los adultos que la ejercen o la <strong>su</strong>fren en <strong>su</strong> pareja proceden de familias que también fueron violentas.<br />

Es decir, que tiende a transmitirse de generación en generación Kauffman y Zigler, 1987;<br />

O´ Keefe (1998).<br />

Sin embargo, se han detectado una serie de características psicosociales, que deben promoverse<br />

a través de la educación, para ayudar a romper esta trágica cadena:<br />

– <strong>el</strong> establecimiento de vínculos sociales no violentos que ayuden a desarrollar esquemas y<br />

expectativas sociales básicos alternativos a la violencia<br />

– <strong>el</strong> rechazo a toda forma de violencia, incluyendo en él la crítica a la que se vivió en la infancia,<br />

re<strong>con</strong>ociendo a otras personas las emociones <strong>su</strong>scitadas<br />

– <strong>el</strong> compromiso de no reproducir la violencia<br />

– la adquisición de habilidades alternativas a la violencia que permitan afrontar <strong>el</strong> estrés y<br />

resolver los <strong>con</strong>flictos sociales <strong>con</strong> eficacia.<br />

Andrés Montero (2006) aporta en <strong>su</strong> estudio que los hijos e hijas de las mujeres atacadas son<br />

receptores directos de la violencia <strong>con</strong>tra <strong>su</strong>s madres. Incluso cuando no hayan recibido un solo<br />

golpe. Sin recibir un solo golpe, un niño puede desarrollar un síndrome de estrés postraumático<br />

por la violencia que recibe <strong>su</strong> madre. Así, se puede entender, según <strong>el</strong> autor, que una parte de los<br />

adolescentes que ejercen violencia son víctimas de una dinámica de asimilación de la agresión<br />

como repertorio legítimo de <strong>con</strong>ducta a través de un agente primario de socialización como, en<br />

este caso, es <strong>el</strong> padre golpeador. Aún así, <strong>con</strong>siderando la incidencia de esta transmisión inter-<br />

La <strong>adolescencia</strong> y <strong>su</strong> <strong>interr<strong>el</strong>ación</strong> <strong>con</strong> <strong>el</strong> entorno<br />

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