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Elementos de elocuencia forense / Pedro Sainz de Andino

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— 10,<br />

lo que pueda indicar y <strong>de</strong>marcar la ridiculez en las acciones, las opiniones<br />

y los discursos <strong>de</strong> los hombres, es medio risible y ridículo.,<br />

Aristótele; <strong>de</strong>fine la ridiculez una <strong>de</strong>formidad que no causa dolor. En<br />

el mismo concepto la esplica Ciceron. «Lotus au'em et regio ridiculiturpitudine<br />

et <strong>de</strong> formitate gueldam continetur: h,cec enim ri<strong>de</strong>ntur vel•solo,<br />

vel,maximé quee notant vel <strong>de</strong>signant turpitudinem aliguam non turpiler.»<br />

La <strong>de</strong>finicion <strong>de</strong> Aristóteles parece oscura, y la <strong>de</strong> Ciceron, aunque mas<br />

estensa, no da tampoco un conocimiento bien exacto <strong>de</strong> lo que causa , la<br />

ridiculez y mueve á risa, y <strong>de</strong>ja pendiente mucha confusion sobre la inteligencia<br />

<strong>de</strong> lo que llama <strong>de</strong>formidad, por ser esta una voz genérica susceptible<br />

<strong>de</strong> aplicarla á varias especies, que por lo tanto pue<strong>de</strong> producir<br />

efectos muy distintos en la significacion. Ha y cosas <strong>de</strong>formes que hacen<br />

reir, y otras que causan espanto y horror.<br />

Con mas propiedad se podrá <strong>de</strong>cir que es ridículo todo lo que presenta<br />

discordancia con las opiniones y usos generalmente recibidos en el trato<br />

comun <strong>de</strong> las gentes, y que la ridiculez consiste en el contraste chocante<br />

que resulta <strong>de</strong> esta misma discordancia. Cuando vemos un objeto que no<br />

guarda conformidad en sus maneras con las que regularmente tienen los<br />

<strong>de</strong> su clase, ú observamos un modo <strong>de</strong> pensar, <strong>de</strong>cir y obrar, distinto <strong>de</strong>l<br />

en que comunmente se piensa, dice y obra; sentimos una sorpresa que<br />

se manifiesta por una risa <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñosa, cuya sorpresa se gradúa en razon<br />

que es mayor la no conformidad <strong>de</strong>l objeto que choca con nuestros hábi -<br />

tos ordinarios. Supuesta esta esplicacion, se concibe fácilmente, cómo es<br />

que lo ridículo pue<strong>de</strong> aplicarse á las personas, como á las cosas, y á las<br />

acciones y opiniones, como á las costumbres y á los discursos: el por qué<br />

las ridiculeces son ordinaria mente relativas, y siguen las vicisitu<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la<br />

opinion, que cambia segun los tiempos y los paises: por qué lo que en<br />

una nacion está bien recibido, en otra parece ridículo: por qué hay ridiculeces<br />

que divierten; y otras que enfadan é incomodan sobre manera; y<br />

finalmente cómo es que la misma virtud parece ridícula á los que estan<br />

dados á los vicios y encenagados en la <strong>de</strong>pravacion y el <strong>de</strong>sór<strong>de</strong>n.<br />

ARTICULO SEGUNDO.<br />

De la influencia <strong>de</strong> los medios risibles en las discusiones judiciales.<br />

No falta quien dé á la ridiculez suma importancia, y le atribuyagran<strong>de</strong><br />

influjo sobre nuestras opiniones. «El efecto <strong>de</strong> la ridiculez, dice uno <strong>de</strong>.

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