Elementos de elocuencia forense / Pedro Sainz de Andino
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cogieron tantos laureles los oradores romanos, sea hoy tan estéril en<br />
ria, que apenas se haga mérito <strong>de</strong> los letrados en la distribucion <strong>de</strong> las<br />
palmas <strong>de</strong> la <strong>elocuencia</strong>? ¿Cómo es que los anales <strong>de</strong> nuestra literatura<br />
esten atestados <strong>de</strong> razonamientos , arengas, sermones, <strong>de</strong>scripciones,<br />
pinturas, caracteres, críticas, narraciones, discursos morales etc. , y que<br />
no nos conserven un solo trozo <strong>de</strong> un discurso <strong>forense</strong> , que pudiera ingerirse<br />
entre tantas y tan varias producciones <strong>de</strong> la <strong>elocuencia</strong> española?<br />
Permítaseme trascribir á la letra traduciéndolas á nuestro idioma, las<br />
observaciones que hizo sobre este fenómeno un jurisconsulto estrangero;<br />
porque aunque las sacara <strong>de</strong> puertas a<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> su tierra, cuadran muy<br />
<strong>de</strong> mol<strong>de</strong> á lo que entre nosotros pasa y se observa, no sin gran<strong>de</strong> pesar<br />
<strong>de</strong> muchos letrados, justamente apasionados por el esplendor <strong>de</strong> su<br />
profesion.<br />
«Nuestro atraso en la <strong>elocuencia</strong> no <strong>de</strong>be imputarse á la diferencia que<br />
pueda hacerse entre nuestros procedimientos judiciales y los <strong>de</strong> los antiguos,<br />
ni á falta <strong>de</strong> materias muy propias para aplicar sus preceptos, sino<br />
á nuestro <strong>de</strong>scuido en solicitar los conocimientos y dotes que exige aquel<br />
arte divino; conocimientos y dotes, que unos creen inútiles , y otros no<br />
piensan siquiera en ellos. Muchos son los jóvenes que se lanzan en esta<br />
carrera escabrosa, en que es tan dificil el triunfo, como ordinaria la presuncion<br />
<strong>de</strong> alcanzarlo; pero no todos traen las mismas miras, ni se encaminan<br />
á igual fin. Los unos <strong>de</strong>sean distinguirse, y ser partícipes <strong>de</strong> la<br />
gloria que prodiga la <strong>elocuencia</strong> á sus buenos ministros, y quisieran granjearse<br />
una reputacion brillante á manera que la adquirieron otros , cuyos<br />
laureles inflaman y electrizan sus ánimos ; otros menos ambiciosos buscan<br />
solo en la abogacia un modo <strong>de</strong>. vivir, ó medios <strong>de</strong> subsistencia, y se pagan<br />
muy poco <strong>de</strong> la <strong>elocuencia</strong>, que tienen por cosa indiferente para atraerse<br />
clientes y nadar en pleitos, que es todo lo que anhelan; algunos hay<br />
tambien que se contentan <strong>de</strong> <strong>de</strong>spachar asuntos <strong>de</strong> poco momento , que no<br />
llaman la atencion, ni reunen concurso al tiempo <strong>de</strong> celebrarse la vista, y<br />
por último hay varios, y no son estos en verdad los que se llevan la peor<br />
parte, que habiendo nacido, por <strong>de</strong>cirlo así, en los atrios <strong>de</strong> los tribunales<br />
encuentran va formada la clientela cuando empiezan á <strong>de</strong>spachar, y creyendo<br />
haber adquirido suficiente instruccion con empaparse en las rutinas<br />
<strong>de</strong> los procesos , creerian perdido todo el tiempo que <strong>de</strong>dicasen á perfeccionarse<br />
en la locucion. De este estravio en el verda<strong>de</strong>ro objeto que <strong>de</strong>biera<br />
incitar á los letrados á empren<strong>de</strong>r su noble y penosa carrera, proce<strong>de</strong><br />
que muchos no se preparan como conviene para <strong>de</strong>sempeñar sus dificilísi-