17.05.2015 Views

la esclava instruida - José María Álvarez

la esclava instruida - José María Álvarez

la esclava instruida - José María Álvarez

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

La#Esc<strong>la</strong>va#Instruida#<br />

Y saliste. Alejandro Magno no llegó tan lejos.<br />

Querida, ya eras indestructible.<br />

Ya sabías que el sexo, mera l<strong>la</strong>mada de <strong>la</strong> especie, es algo ciego que vive en <strong>la</strong> carne, y<br />

que los gozos de <strong>la</strong> inteligencia y del deseo decantado bien pudieran haber sido sos<strong>la</strong>yados,<br />

como toda cultura, en <strong>la</strong> marcha de <strong>la</strong> humanidad; pero que el erotismo es lo que constituye <strong>la</strong><br />

Civilización. Habías hecho tuya <strong>la</strong> lucidez de aquel<strong>la</strong> frase de Jung: “El hombre de hoy que<br />

responde al ideal de moralidad colectiva ha convertido su corazón en una cueva de asesinos…”.<br />

Habías escuchado el “chasquido de p<strong>la</strong>ta” del arco de Apolo iracundo. Ya eras dueña del<br />

inmenso poder de tu carne. Yo, por mi parte, supe muchas cosas. La primera, sin duda alguna,<br />

que tú eras mucho más puta que yo. Que jamás lograría saber qué hubo en tu corazón y mucho<br />

menos en tus sueños. Que probablemente no hace falta en absoluto desve<strong>la</strong>r ni uno ni otro<br />

arcano. Que, si no hubiera refrenado los deseos de mi alma, bien hubiésemos podido morir<br />

juntos como Petronio con su Eunice. Que <strong>la</strong> célebre, aunque inexacta cita, “Detente, eres tan<br />

bel<strong>la</strong>”, es verdaderamente definitiva. Que aceptar que alguna vez desaparezcas de mi vida es,<br />

como <strong>la</strong> aceptación del deterioro de mi propio cuerpo, muy tajante: o pegarme un tiro o tratar<br />

de reconocer día tras día ese rostro que aparece en mi espejo. Que, después de todo, así es <strong>la</strong><br />

vida. Que, desde luego, como asegura Montaigne l´indocile liberté, <strong>la</strong> rebelión y autonomía de este<br />

viejo compañero que anida entre mis piernas es, como decía Monet de <strong>la</strong> luz, el principal<br />

personaje del cuadro. Y que de todas formas bien está al fin y al cabo una especie que desde <strong>la</strong>s<br />

más repugnantes tinieb<strong>la</strong>s de <strong>la</strong>s ciénagas llega algo como lo que indica el retrato que de<br />

Burckhardt hiciera <strong>la</strong> mejor cabeza en español del siglo XX: “Bril<strong>la</strong>nte en <strong>la</strong> metáfora, agudo en<br />

<strong>la</strong> ironía, el sarcasmo y el desdén. Sin perdón para <strong>la</strong> humana locura, pero reverente con el<br />

dolor histórico. Sutilísimo en <strong>la</strong> apreciación literaria, sabiendo disimu<strong>la</strong>rlo con negligencia o<br />

como sin darle importancia”. Y así, con el alma en paz, te recuerdo y te adoro, más allá de <strong>la</strong>s<br />

leyes de los hombres y de <strong>la</strong>s ambiciones judeo-cristianas, adoro tu coño como mi único Dios,<br />

mientras alrededor de esa pasión el mundo sigue derrumbándose tosca, miserablemente. Y<br />

continúo mi vivir, consintiendo en mi vivir, con un silencio de hielo en el alma y algo en los ojos,<br />

supongo, como perdido, como música.<br />

A lo <strong>la</strong>rgo de <strong>la</strong> vida de alguien como yo, <strong>la</strong> memoria de aquel<strong>la</strong>s mujeres que ha podido<br />

desear y <strong>la</strong>s que ha podido gozar, son como estatuas de asombrosa belleza y símbolos de<br />

refinada cultura que fueran alumbrando su camino. Tú eres <strong>la</strong> más bel<strong>la</strong>, <strong>la</strong> más<br />

resp<strong>la</strong>ndeciente, aquel<strong>la</strong> contra <strong>la</strong> que nada podrá el Tiempo, <strong>la</strong> única que mis manos han<br />

cince<strong>la</strong>do, equilibrando y refinando <strong>la</strong> nobleza y <strong>la</strong> fuerza de su mármol. Al final creo que <strong>la</strong><br />

última mirada sobre esa vereda f<strong>la</strong>nqueada de gloria tendría todo el derecho a invocar como<br />

Mero <strong>la</strong> Bizantina en su ofrenda a <strong>la</strong>s Hamadríades: “Celebrad al que os consagra estas<br />

estatuas”.<br />

# 112#

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!