17.05.2015 Views

la esclava instruida - José María Álvarez

la esclava instruida - José María Álvarez

la esclava instruida - José María Álvarez

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

La#Esc<strong>la</strong>va#Instruida#<br />

-No, no sé cómo va a acabar esto –dijiste.<br />

La otra noche estaba releyendo versos de Victor Hugo y me acordé de ti, de aquel<strong>la</strong><br />

tarde en que te ayudé a preparar un trabajo para no sé qué extraña c<strong>la</strong>se del instituto. Es<br />

apasionante su figura. Fue tantas cosas… El notable narrador que no ha dejado de pob<strong>la</strong>r los<br />

sueños infantiles de inolvidables personajes, el panfletista comprometido en el c<strong>la</strong>mor de su<br />

tiempo, el solitario de Guernesey que con <strong>la</strong> dignidad de su exilio humil<strong>la</strong> a una Corona y que<br />

con <strong>la</strong> no inferior dignidad de su retorno corona <strong>la</strong>s libertades de una sociedad moderna. Hasta<br />

esa imagen postrera –aún tengo en mis ojos aquellos grabados de La Ilustración-: un túmulo bajo<br />

el Arco del Triunfo, crespones luctuosos al viento que parecen envolver a una delirante<br />

multitud, los últimos funerales grandiosos que a un artista le hayan sido ofrecidos por sus<br />

conciudadanos.<br />

¿Sabes que Hugo –es curioso que esto casi nunca se recuerde- vivió de niño en Madrid,<br />

cuando <strong>la</strong> esperanza napoleónica? Su padre era consejero del rey José, y gozaba del marquesado<br />

de Sigüenza y del condado de Cifuentes, con estimables propiedades castel<strong>la</strong>nas. Llevaba razón<br />

Léon-Paul Fargue cuando le l<strong>la</strong>mó “<strong>la</strong> grosse cloche de <strong>la</strong> cathédrale romantique”. El mismo Hugo ya<br />

perseguía ese sueño: cuando de adolescente, escribió: “Seré un Chateaubriand o nada”. Y<br />

probablemente, cuando ya tanto se ha desvanecido, ese vendaval romántico sea lo imperecedero<br />

de Hugo, esos apasionados decorados donde da rienda suelta a su fantasía y donde imagina un<br />

misterioso pasado que es <strong>la</strong> más febril expresión del exotismo de sus sueños de niño, esos forillos<br />

fabulosos –algo parecido hay en Hitchcock- ante los que desfi<strong>la</strong>n indelebles gitanas o<br />

asombrosos desgraciados. Pero sin duda lo que sobrevivirá a todo es su poesía. Desde Les<br />

Orientales, Chants du Crépuscule, Les Feuilles D´Automne… a Les Châtments, y sobre todo ese tesoro: Les<br />

Contemp<strong>la</strong>tions. Es cierto, dijo Albouy, que Les Contemp<strong>la</strong>tions son el punto final del mundo poético<br />

anterior a 1856. Y recuerda, mi amor, que por esas fechas nacía otro libro, Les Fleurs du Mal, que<br />

abre nuestra época. Cuántas tarde te he leído poemas de Baude<strong>la</strong>ire. O aquel<strong>la</strong> tarde en que tú<br />

me leíste –eras el ser perfecto para escuchar de tus <strong>la</strong>bios esos versos- Hymne a <strong>la</strong> Beauté y Brumes et<br />

Pluies.<br />

¿Sabes, aunque parezca una boutade, lo que jamás se borrará de Hugo? Su fotografía,<br />

esa imagen venerable. Y lo que había en el fondo de su desmesura, ese afán sin límites por<br />

alcanzar lo imperecedero, <strong>la</strong> sombra del arrebato romántico. Creo que siempre estará ahí, como<br />

un faro, su pretensión de fijar el destino del poeta como <strong>la</strong> más noble instancia moral de su<br />

comunidad, porque además Hugo entona esa meditación con acentos no igua<strong>la</strong>dos después, y<br />

muy pocas veces antes. En una pa<strong>la</strong>bra, su caminar orgulloso por los desiertos de lo fantástico.<br />

De su exuberancia, de sus contradicciones, del frenesí de su vida, de su mezc<strong>la</strong> apasionada de<br />

arte y “actualidad”, de ese salir chorreando época por cada poro, de <strong>la</strong>s imágenes que esa<br />

experiencia le hizo soñar, arrancan muchos caminos que ya de alguna forma sus versos casi<br />

agotan, de Mal<strong>la</strong>rmé a <strong>la</strong> publicidad. ¿Te acuerdas de aquel<strong>la</strong> tarde en que jugamos tú a ser<br />

Esmeralda y yo Quasimodo, y tú fingías un miedo tan apetecible mientras yo daba brincos en <strong>la</strong><br />

cama como si fuera <strong>la</strong> torre septentrional de Notre Dame? Hay muchas imágenes imborrables<br />

de nuestra re<strong>la</strong>ción, de esas que lo acompañan a uno hasta <strong>la</strong> muerte y que le hacen sentir <strong>la</strong><br />

dicha de haber vivido.<br />

Esas imágenes permanecen en <strong>la</strong> memoria, como escenas de alguna pelícu<strong>la</strong>, como<br />

pasajes de algún libro, como momentos de música, calentando el alma.<br />

Las escenas de amor, esas donde nos sentíamos plenos, donde tocamos <strong>la</strong> cima de<br />

nuestra propia estima, son como si en su fuego alcanzásemos a desentrañar el más profundo de<br />

# 34#

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!