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la esclava instruida - José María Álvarez

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La#Esc<strong>la</strong>va#Instruida#<br />

Y es que ese era nuestro vuelo. Esos versos admirables exaltaban <strong>la</strong> fuerza de nuestra<br />

pasión, el deseo que nos purificaba, como si saliéramos de <strong>la</strong>s aguas primeras del mundo. Y<br />

nada podíamos hacer sino contemp<strong>la</strong>rlo, contemp<strong>la</strong>rnos, y sentirnos nosotros mismos<br />

fascinados, asombrados ante ese sol.<br />

Nuestro amor era un canto fabuloso al orgullo y a <strong>la</strong> maravil<strong>la</strong> de los grandes<br />

derrotados, como los Dravot y Peachey de Kipling. Tú y yo éramos pájaros exóticos y<br />

deslumbrantes que por un instante cruzaran, cima de ese sueño de belleza, potencial sexual y<br />

alegría que anida en nuestra carne, el cielo tranquilo de una vida normal que ese resp<strong>la</strong>ndor<br />

convertía en detestable. Siempre supimos que el poder de Eros –ese fuego, quizá <strong>la</strong> única luz<br />

antigua que ha traspasado los velos del Cristianismo- era <strong>la</strong> más alta instancia de nuestros<br />

sueños. Ese Eros que sumía nuestros sentidos en el delirio, ante el que todo se rinde como<br />

cantaba el Amor en el prólogo de L´Incoronazione di Poppea de Monteverdi. Pero ese vértigo de luz<br />

está cercado. En medio del desesperado “Sálvese quien pueda” de nuestro mundo, de nuestra<br />

época, ¿podremos mantener intacta esa torre “abatida” sin que <strong>la</strong> violencia, <strong>la</strong> mediocridad, <strong>la</strong><br />

inficcionen? Eso lo hemos hab<strong>la</strong>do en varias ocasiones. Debíamos vivir nuestra pasión entre<br />

cenizas, ruptura de lealtades, engaños, acaso bajezas.<br />

Pero tú eras <strong>la</strong> Dicha. La cima de los sueños. Durante estos casi cuatro años hemos<br />

hecho realidad aquellos versos de Donne:<br />

She´s all states, and all Princes, I,<br />

Nothing else is.<br />

Sobre <strong>la</strong>s ruinas del mundo y de <strong>la</strong> Cultura, en el polvo áspero de sus cenizas ya frías, tú<br />

y yo, orgullosos, hemos alzado un estandarte resp<strong>la</strong>ndeciente, cegador, con un coño como el sol<br />

y una pol<strong>la</strong> como <strong>la</strong> Victoria de Samotracia. Sé que nunca podrás ser tan feliz, y yo, creo, jamás<br />

podría encontrar tan sabia mezc<strong>la</strong> –puta y ángel rilkeiano, alumna y maestra, el filo del abismo<br />

y los campos de a<strong>la</strong>banza- como <strong>la</strong> que anidó y vive en tu carne soberana y gloriosa.<br />

Lo que me maravil<strong>la</strong> es que hayas podido resistir ya seis meses. Debes haber pasado<br />

momentos insufribles con <strong>la</strong> imbecilidad que <strong>la</strong> domina, contra el tabaco y el alcohol. De todas<br />

formas eso ya no es privativo de ellos: han logrado infectar a todo el mundo. Porque, además,<br />

como todos los necios, estos propagadores de <strong>la</strong> salud a machamartillo son incansables. Aquí<br />

también hay ya campañas –menos mal que <strong>la</strong> gente les hace poco caso (mientras pueda uno<br />

contemp<strong>la</strong>r a un tipo fumando debajo de un letrero de “Se prohíbe fumar”, no todo está<br />

perdido)-. La vida moderna es así: no so<strong>la</strong>mente han conseguido privarnos de un arte gozoso, de<br />

damas presentables y, en fin, de todo aquello que como unas excelentes formas de vida y un<br />

servicio leal constituían <strong>la</strong> merecida recompensa de una brava jornada, sino que se pasan el día<br />

repitiéndonos que <strong>la</strong> muerte acecha tras cada deleite.<br />

Y no es que dude de su victoria final. Lo más probable, amor mío, es que el desdichado<br />

tiempo que vivimos, y el más infausto que <strong>la</strong> benevolencia de los dioses acaso nos ahorre,<br />

presencie el deplorable espectáculo de un igualitario rebaño ya por fin totalmente amaestrado y,<br />

lo que es peor, higienizado. Seguramente todo lo que ha representado nuestro p<strong>la</strong>cer y nuestros<br />

sueños desde <strong>la</strong> prosa de Reyes a <strong>la</strong> preminencia de los mejores, no sobrevivirá al último de<br />

nosotros que aún lo lleva en sus ojos. Pero que estos gorgónidos incansables nos amarguen<br />

nuestro final… Sobre todo es barato. Ya sabemos que ellos no fuman, no beben, hacen<br />

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