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la esclava instruida - José María Álvarez

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La#Esc<strong>la</strong>va#Instruida#<br />

-Fantástico –dijiste. Y, tomando de nuevo el rotu<strong>la</strong>dor, le pintaste una enorme pol<strong>la</strong><br />

saliendo de su pantalón-. Mira, en pleno saqueo de Maracaibo.<br />

-Nunca saqueó Maracaibo.<br />

-Pero suena muy bien.<br />

Te quité el jersey y <strong>la</strong> camisa. Tus pechos estaban duros, con los pezones en punta. Los<br />

mordí, mientras mi mano apretaba tu vientre y bajaba hasta enredar mis dedos en el pelo de tu<br />

pubis.<br />

-Cuando me acaricias ahí –había yo empezado a tocar muy suavemente tu clítoris- me<br />

matas. No hay Dios que lo aguante.<br />

-Me gusta que no puedas resistirlo. Me pasaría <strong>la</strong> vida dándote p<strong>la</strong>cer.<br />

-Te quiero –dijiste.<br />

-Le Prince d’Aquitaine à <strong>la</strong> Tour abolie –te dije, no sé por qué. Pero cuánto te gustaba ese<br />

poema: “Je suis le Ténébreux, le Veuf, l’Inconçole… Ma seule Etoile est morte, et mon luth constellé / Porte le<br />

Soleil noir de <strong>la</strong> Mé<strong>la</strong>ncolie”. Supongo que era el mismo fulgor de Roberts.<br />

Me quitaste los zapatos y <strong>la</strong> ropa. Te arrodil<strong>la</strong>ste entre mis piernas y tomaste mi pol<strong>la</strong><br />

entre tus manos:<br />

-Oh pol<strong>la</strong> de mi vida. Yo te adoro. Infierno y salvación, yo te adoro. Clávate en mí y<br />

dame <strong>la</strong> vida.<br />

Yo sí que adoraba esos juegos tuyos. Te alcé hasta mi boca y mordí tus <strong>la</strong>bios.<br />

-Soy una negraza de <strong>la</strong>s Barbados y Bartholomew Roberts viene hacia mí<br />

absolutamente decidido a vio<strong>la</strong>rme.<br />

-Es que los ruidos y el fuego y los a<strong>la</strong>ridos de los saqueos excitan mucho –te dije.<br />

-Sí, señor. Sí que excitan. Y en este instante, Bartholomew Roberts se dispone a<br />

c<strong>la</strong>varme sin piedad su pol<strong>la</strong> gigantesca.<br />

-Sí, señorita. Pero Bartolomew Roberts no se <strong>la</strong> va a c<strong>la</strong>var a <strong>la</strong> negraza así como así.<br />

Bartholomew Roberts le va a dar por el culo a <strong>la</strong> negraza.<br />

-Lo que sea, ¡pero ya! –dijiste, y me mordiste una oreja.<br />

Te di <strong>la</strong> vuelta.<br />

-Ese culito, en pompa, bien en pompa. Levántalo un poco más.<br />

Te pusiste como decía. Moviste con coquetería el culo como si temb<strong>la</strong>ra. Yo acaricié<br />

con mis <strong>la</strong>bios aquel<strong>la</strong>s nalgas redondeadas y apretadas, bellísimas, fastuosas. Metí mi lengua<br />

entre el<strong>la</strong>s y <strong>la</strong>mí, primero despacio, en <strong>la</strong>rgos <strong>la</strong>metones, y luego dando precisos y rápidos<br />

toquecitos con <strong>la</strong> punta de mi lengua. Te gustaba mucho. Te oía resop<strong>la</strong>r. Tus manos aferraban<br />

<strong>la</strong>s sábanas.<br />

-¡Venga, venga! –decías.<br />

# 32#

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