la esclava instruida - José MarÃa Ãlvarez
la esclava instruida - José MarÃa Ãlvarez
la esclava instruida - José MarÃa Ãlvarez
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
La#Esc<strong>la</strong>va#Instruida#<br />
mi mano a tu coño y estaba tan mojado que sus jugos ígneos resba<strong>la</strong>ban en sedosísimas gotitas.<br />
Evidentemente algo no coordinaba a <strong>la</strong> perfección.<br />
Mira, querida, te dije, esto de <strong>la</strong> cama puedo asegurarte que es muy divertido. Basta<br />
quitarse, con <strong>la</strong> ropa, toda moderación.<br />
-Yo me eché a reír –dijiste-. Perdona, dije. No sé… Estoy un poco rara. Lo siento. Pero<br />
es que…<br />
-Si quieres lo dejamos, te sugerí. Tomamos una copa y cada mochuelo a su olivo. Tú<br />
me miraste, apoyaste tu cabeza en mi hombro y me acariciaste el pecho con <strong>la</strong> punta de tu<br />
dedo. Yo te besé. Eva respondió a mi beso.<br />
-No es eso…, te dije. No sé… Me siento extraña. No me gusta engañar a mi marido.<br />
-Bueno. Hay explicaciones más rebuscadas. Ya te he dicho que podíamos dejarlo, te<br />
propuse.<br />
-Pero me apetecía mucho. Mucho.<br />
-Pensé que necesitabas un empujoncito. Hacemos lo que quieras, te dije. Pero mientras<br />
lo decía mis manos empezaron a acariciar tus pechos. Besé tus pezones y…<br />
-Yo me retorcí de gusto.<br />
-Sí. Y mi mano apretó tus muslo y entró como un ariete (pensé que sí o no, pero ya) en<br />
tu sexo de oro. En el momento en que mis dedos penetraron en tu coño y empecé a moverlos<br />
con violencia y acariciar con mi pulgar <strong>la</strong> parte donde supuse (y no tardó en aparecer) tu<br />
clítoris…<br />
-Yo di un profundo suspiro y empecé a besarte loca, el cuello, los hombros, el pecho…<br />
Mordí tus <strong>la</strong>bios, chupé tu lengua. Así… -y me besaste. Me besasteis.<br />
-Y tu lengua llenó mi boca.<br />
-¡Oh, oh, oh, oh, oh, oh!, suspiré yo entrecortadamente.<br />
-Relájate, te dije. Relájate. Pero qué re<strong>la</strong>jación ni qué narices. Como si una locomotora<br />
saliese a toda velocidad de un túnel, te contrajiste, temb<strong>la</strong>ste, diste un a<strong>la</strong>rido brutal y noté cómo<br />
tu coño se cerraba sobre mis dedos y un manantial de luz líquida brotó de aquel resucitado. ¡Me<br />
estoy corriendo! ¡Me estoy corriendo! ¡Me estoy corriendo!, exc<strong>la</strong>maste como si ni tú misma<br />
pudieras creerlo.<br />
-Es que no sabes lo que es correrse para una mujer –me dijiste.<br />
-Me excitó mucho verte así, traspuesta. Monté sobre ti y te <strong>la</strong> metí con toda mi fuerza.<br />
Fue como si dentro de tu coño hubiera una poderosa ventosa que me agarrase <strong>la</strong> pol<strong>la</strong> y <strong>la</strong><br />
tragase; me abrazaste al mismo tiempo de tal forma que parecía que una caliente manta de<br />
carne me envolviera devorándome como una flor carnívora a un insecto. En cuanto me tuviste<br />
dentro empezó un frenético vaivén, tan vertiginoso que impedía absolutamente por mi parte<br />
cualquier intento de contro<strong>la</strong>rme.<br />
-Eva se corrió en dos minutos.<br />
# 76#